AVISO

lunes, octubre 25, 2010

La guerra contra Cuba y Trinidad Jiménez

Los cambios en un gobierno –que no de gobierno- traen, en principio, cambios en el estilo de hacer política. En el Gobierno de España que dirige la política Española desde el año 2004, cuando ganó las elecciones generales el PSOE, existía un Ministerio en el que, aparentemente, no había habido cambios sustanciales. Por supuesto, nos referimos al Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación.

Miguel Ángel Moratinos, diplomático de profesión –nunca he entendido eso de diplomático de carrera- ocupó el cargo de Ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación durante 6 años en un gobierno que reservó a la política exterior un lugar muy importante en su programa. Durante las elecciones de 2004, la Guerra de Iraq y el apoyo del anterior ejecutivo a la invasión estadounidense provocaron que la política exterior fuera objeto de debate público. Las tesis dualistas a las que unas elecciones nos tienen acostumbrados llevó a presentar el diálogo en términos de Europa (PSOE) contra Estados Unidos (PP) o, si se prefiere, Multilateralismo contra Unilateralismo hegemónico. La victoria socialista en Marzo de 2004 llevó a Moratinos desde su puesto de enviado especial de la diplomacia europea en Palestina a un Ministerio en el que se puso mucho músculo político.

Sin embargo, la tan vanagloriada experiencia de Moratinos en el campo de la política internacional no evitó grandes fallos diplomáticos, como las declaraciones de Bernardino León ante la nacionalización del petróleo boliviano en 2006, o grandes muestras de diplomacia fallida, como la tan anunciada Alianza de civilizaciones, de la que Tariq Ali dijo, cuando le invitaron a participar, que si queríamos montar un foro donde líderes mundiales se reunieran para intentar solucionar los problemas dialogadamente, ya teníamos Naciones Unidas. Todos estos errores provocaron dos cosas. Por el lado político, fundamentado en un supuesto acuerdo anterior a la formación del gobierno, se aseguraba que Moratinos sólo estaría una legislatura como máximo. Por el lado jocoso, los propios compañeros de partido comenzaron a tildar al Ministro como “Desatinos”, en alusión a su apellido y a los fallos del Ministerio.

Sea como fuere, Moratinos ha logrado aguantar -o le han logrado convencer- durante 6 años en un Gobierno que ha pasado de querer hablar de política exterior a utilizarla como escudo de prestigio del líder. Todo hasta la semana pasada, en la que Trinidad Jiménez se ha hecho con el Ministerio.

La nueva Ministra de Asuntos Exteriores y Cooperación viene con la vitola de ser una experta en Relaciones Internacionales. Perteneciente al grupo de Zapatero desde antes de que éste fuera Secretario General del PSOE, Jiménez ostentó el cargo de responsable de relaciones internacionales para dicho partido y todo apuntaba a que se convertiría en Ministra del ramo en caso de ganar en 2004 las elecciones. Sin embargo, la imagen pública de un Moratinos sabiéndose mover en el escenario de Oriente Medio y la necesidad de darla a conocer entre el público político general en España, provocaron que Jiménez fuera designada por Zapatero para combatir el Ayuntamiento de Madrid al líder del Partido Popular Alberto Ruiz Gallardón.

En la municipalidad madrileña Jiménez aguantó sólo tres años en los que casi no se la vio pisando el suelo de las estancias municipales. Apenas apareció para los debates anuales sobre la ciudad, llegando Gallardón a avergonzarla al replicar su discurso con un sencillo pásese por las Juntas Municipales y entonces podrá opinar con criterio.

En 2006 su nombre volvió a sonar como ministeriable por exteriores. Ya era conocida por el público en general a costa de sacrificar el Ayuntamiento de Madrid, y Moratinos parecía haber cumplido su ciclo. Sin embargo, Moratinos aguantó en el Ministerio y a Jiménez le crearon un puesto a imagen y semejanza de ella: la Secretaría de Estado para América Latina. Antes de ser responsable de relaciones internacionales del PSOE, Jiménez había desempeñado el cargo de responsable de relaciones con América Latina. Su puesto en el Ministerio venía a replicar su labor dentro del partido y, se pensaba, sería la antesala para alcanzar una cartera de gobierno. En 2008, tras las nuevas elecciones ganadas por el PSOE, Jiménez se volvió a quedar sin su premio gordo, aunque le tocó otro en suerte.

Nombrada Ministra de Sanidad y Política Social en un gobierno que había tomado por bandera la elaboración de políticas sociales en tiempos de crisis. Sin embargo, este Ministerio era un premio menor, vivía a la sombra de una Moncloa que aparentaba querer ser líder en asuntos sociales y, por tanto, Jiménez sólo se quedaba con la Sanidad como punto fuerte de su Ministerio.

Podría haber liderado cambios en un sector en crisis, donde la amenaza de la privatización encubierta ensombrece a diversas comunidades, como la de Madrid. Sin embargo Trinidad Jiménez se decidió por crear su propia crisis: la de la Gripe A o Gripe Nueva. Durante semanas y semanas, ahora hace un año, Jiménez realizaba ruedas de prensa, comités de coordinación autonómicos y reuniones interministeriales. Todo a la luz de las cámaras para que se comprobara su capacidad de gestión en tiempos de crisis, para que el miedo a una gripe que nos mataría a todos camuflara el miedo a una crisis que nos dejaba a todos en el paro. Y así, poco a poco, Trinidad se iba haciendo un hueco en los hogares españoles. El que luego la gripe no viniera, que no fuera la tan esperada epidemia que acabara con amenazara con acabar con la civilización occidental, no se le puede achacar a ella. Ella hizo todo lo posible para dar aire a una crisis inventada sólo por el precio de ganar relevancia pública.

Y la jugada parece haberle salido bien. En la remodelación de gobierno de la semana pasada, donde los menos fieles del PSOE se han caído, ella ha ascendido. Por fin ha conquistado su tan ansiado Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, no sin antes volver a recibir un varapalo en Madrid. De su gestión del nuevo cargo cabrían esperar muchas cosas.

Cabría esperar que liderara, por fin, una política agresiva de la Unión Europea contra las violaciones de Derechos Humanos que se producen día sí, día también en nuestro vecino Marruecos. Cabría que asumiera la responsabilidad de proteger a quienes no hace tanto eran ciudadanos españoles, con DNI y todo, y obligara a la diplomacia europea a que se implicara en la resolución del conflicto del Sahara Occidental. Cabría esperar que sancionara a las empresas españolas que obtienen beneficios con la dictadura de Obiang, que apoyara a la oposición democrática guineana. Cabría que pusiera orden en la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, estableciendo un programa adecuado y serio de recursos humanos y cancelara los privilegios del cuerpo diplomático en dicha agencia.

Cabría esperar muchas cosas como estas y otras más de alguien que afirma ser experta en relaciones internacionales y que sabe gestionar crisis. Sin embargo, lo que nos tememos es que Jiménez se invente espacios y crisis para poder destacar en los medios. Que utilice el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación tal y como utilizó el Ministerio de Sanidad y Política Social, para aumentar el prestigio personal a través de la agenda ministerial, que deje los problemas estructurales sin resolver y que, por tanto, la política exterior vuelva al lugar secundario que tenía hasta hace 6 años en el debate político español.

Hoy Jiménez debuta como Ministra del ramo en una reunión de Ministros de Exteriores de la Unión Europea. La principal cuestión a tratar será las relaciones europeas con Cuba, sobre las que Moratinos había realizado gestiones para comenzar la gestión internacional de la transición cubana. Y desde aquí, viendo los antecedentes, ya nos parecería un éxito que la Unión Europea no declarase tras la reunión de hoy una guerra contra Cuba.

5 comentarios:

Harry Reddish dijo...

El gran problema de ese Ministerio radica en su aristocrática política de recursos humanos y como aristocracia tendente a la endogamia los niños les salen tontos. Cualquier ministro está atado de pies y manos por la existencia de esa casta que hunde sus raíces en los estatutos de limpieza de sangre medievales y las rancias burguesías periféricas, y que mantienen hasta el día de hoy, el control efectivo de las estructuras burocráticas a través de un sistema estamental. La alianza entre el poder político y la aristocracia limita la acción del Secretario de Estado (nombre original del cargo) a una representación simbólica y sin ninguna incidencia en la política real. El ritmo de la acción exterior está marcado por la calidad de los canapés que se sirven en las fiestas de las diferentes legaciones diplomáticas a lo largo y ancho del mundo, y de las propiedades que los funcionarios de turno tengan en los diferentes países en los que han sido destinados.

Cualquiera de los Secretarios de Estado (en los EEUU se sigue nombrando así, porque así era como se les denominaba en la época del primer imperio global) que ha habido en democracia ha debido plegarse ante este poder fáctico, que hace y deshace a su antojo, obnubilados por el cutre glamour de los cócteles, el protocolo y los cabezazos ante el trono.

La señora Jiménez, a mi pesar, no creo que escape ante la lógica de la chancillería y probablemente, como bien señalas, utilice el cargo para sus fines mediáticos y personales. La afición a las gambas y los canapés es uno de los males de esta profesión.

Si de verdad quiere hacer algo relevante, debería entrar con napalm en el Palacio de Santa Cruz y remover piedra sobre piedra.

Dicho por mí, esto suena a rencor, pero mi corazón no guarda ningún rencor, pues sólo hay lugar para el AMOR... y yo amo a ese Ministerio.

Salud!!!

Fernando Díaz | elsituacionista dijo...

Ya Harry, pero Moratinos pertenecía a esta casta. Como tal, era odiado por unos y aclamado por otros y, sin embargo, se negó a hacer la tan ansiada reforma del estamento diplomático.

De todas formas, si lo que tú dices fuera cierto del todo y el cuerpo de funcionarios del Ministerio impusiera las políticas a implementar, ningún gobierno, empezando por el británico, sería capaz de cambiar su política exterior. Siempre hay espacios si hay voluntad política.

Un abrazo.

Harry Reddish dijo...

Precisamente, el_situacionista, porque Moratinos pertenecía a la misma casta, era imposible que hiciera algo distinto a lo que hizo. La ADE (Asociación de Diplomáticos Españoles) se le plantó desde el principio y no iba a hacer nada en contra de los que habían sido sus compañeros y sabían de qué pie cojeaba.

La elección, como tú bien sabes, fue más de tipo mediático-diplomático (valga la redundancia). Mediático, porque se aumentaba el perfil del gobierno en cuestiones internacionales habida cuenta del ambicioso programa del presidente entrante. Diplómatico, en tanto que calmaba cierto malestar entre el Cuerpo (proclive al unilateralismo de la etapa anterior) poniendo a uno de "los suyos" en el puesto de mando.

Yo no hablo del Foreign Office, porque esa gente me parece más seria. Nuestra política exterior es totalmente coyunturalista y en absoluto estratégica, y se deja llevar por lo que digan en Quai D'Orsay o en el Dpto de Estado.

Obviamente, hay espacios para la acción política y si mañana el Presidente de turno quiere que nos metamos en el ALBA nadie se lo va a impedir (ni tan siquiera la Constitución). Cierto que mi comentario contenía mucha hiel, pero a lo que me refería era a que ese Ministerio es menos permeable a los cambios que ningún otro, precisamente por la cuota de poder que tienen los funcionarios del Cuerpo y que hasta ahora nadie ha podido contrarrestar. Tampoco es necesario llevar las cosas al extremo para invalidar mis argumentos, sólo hay que querer entender.

Tampoco me gusta esa deriva relativista y pragmática que llevas tipo "Siempre-hay-espacios-si-hay-voluntad-política". No es el_situacionista que yo conocía y tampoco te pega. Te me estás aburguesando, hermano.

Fernando Díaz | elsituacionista dijo...

Siempre he creído en la política aún siendo consciente de todos los limitantes que existen. De no ser así sería un cínico que se le llena la boca hablando de política, desarrollo y cooperación exclusivamente para llenarse los bolsillos -en el supuesto de que este blog produjera algún beneficio económico, claro.

El escepticismo no es mi ideología, ya lo sabes. Me gusta creer en el trabajo de las personas y en las ideas que pretenden plasmar con él aunque sepa que, en muchas ocasiones, puedan suponer una decepción y que la búsqueda de la utopía o el ideal no sólo es una pérdida de tiempo sino que además produce monstruos.

Sobre el asunto de la entrada -la cual se enriquece con tus aportaciones- observo que en términos generales estás de acuerdo conmigo. Que si ya el trabajo de Moratinos era criticable, lo de Jiménez va a ser de órdago.

Sobre las acusaciones de aburguesado y relativista -las cuales no termino de entender justificadas, pero que me tomo en serio pues acompañan al epíteto de hermano, que sólo nos dedicamos cuando tratamos asuntos de seriedad- te diré que los tipos ideales no existen y que el compromiso y la solidaridad se muestran con el trabajo diario y las actitudes ante la vida. Jamás me verás, por ejemplo, vivir en un residencial o estar ausente de la sociedad en la que vivo, sólo relacionándome con elites de algún tipo o gentes de una sola ideología. Sí es cierto que soy pragmático, que creo que es mejor una conquista a medias que esperar toda la vida a que vengan los soldados de Buzzati a la fortaleza. De manera que búscate una trinchera un sitio desde donde pelear alguna cosa justa y sincera y allí me encontrarás, hermano. Tú más que nadie.

Harry Reddish dijo...

Lo de llamarte hermano no es ningún epíteto. Es como te considero y bien sabes de sobra que es así.

Creo que te molesta que te llame aburguesado y relativista, y si es así, mis más sinceras disculpas. Para mí no vas a dejar de ser esa persona a la que admiro, estimo y quiero, ni tampoco voy a dejar de tenerte en aprecio tanto vivas en un residencial, como en un kibutz.

Quizás mis palabras nazcan de la percepción o tal vez idealización que tenía sobre tu persona. Un ser idealista. Si hace años hubiera escuchado de tu boca lo que expresas ahora de forma tan coherente y tan meditada, y no sin falta razón, hubiera dicho: "éste no es mi situacionista, que me lo han cambiado". Pero como he dicho, son percepciones, son idealizaciones y no tienen por qué coincidir con la realidad y que forman parte del imaginario subjetivo y personal de éste que te escribe.

Me alegra, sin embargo, que hayas alcanzado esa madurez en tus análisis, que sirven de faro y guía para mí, que cada día sé menos dónde estoy y para dónde voy.
Tengo claro, no obstante, que la lucha se hace cada día desde el puesto de trabajo, que será mejor o peor, pero es el ámbito donde uno puede hacer mejor esa transformación del mundo que tanto tú, como yo, hemos soñado en más de una ocasión y compartimos.

Me parece bien eso de que "siempre hay espacios si hay voluntad política", pero hay que ser consciente de cuáles son esos espacios y cuál es la voluntad política. A lo que me refiero es al terreno de las concesiones, ¿qué tanto tenemos que ceder para conseguir algo? ¿acaso estamos obligados a ceder? ¿no es hora de construir otros espacios?

No condeno tu pragmatismo, está bien claro que todo nace de una meditación profunda, pero por qué quedarnos en victorias pírricas cuando podemos ganar más.