Ocurre
con el africanismo español que gira en torno a un polo madrileño que se ha
labrado su fama. No estamos hablando de una competencia férrea, sino de un
grupo de investigadores formados al calor del Máster
en Relaciones Internacionales y Estudios Africanos de la UAM que aúnan
conocimientos, trabajo y capacidad de cooperación con otros grupos e
instituciones. Así, en apenas tres años hemos visto cómo el Grupo de Estudios Africanos de la UAM
ha liderado el octavo Congreso Ibérico de Estudios Africanos y la publicación
de dos buenos libros sobre los conflictos en África Subsahariana. Vale que el
que suscribe se formara en el seno del doctorado que dio paso al Máster antes
mencionado, pero es que los chicos valen
su peso en oro.
En 2012
nos ofrecieron, en su Más
allá de la barbarie y la codicia, una recopilación de análisis sobre
las causas de las guerras en África Subsahariana. Explicaron lo inexplicable:
que en África las guerras y los conflictos son políticos, no atávicos. Que los
actores que intervienen en ella no son locales, sino globales y glocales.
Con
este reciente El sueño liberal en África
Subsahariana. Debates y controversias sobre la construcción de la paz
tienen como punto de vista analizar las diferentes implementaciones de la Paz
Liberal en la intervención en conflictos subsaharianos. Los proyectos de
reconstrucción de una paz normalizada
a través de la amalgama de actores locales y globales, pero especialmente de
estos últimos.
El
actual sistema político global deslegitima la violencia, considerándola una
herramienta ahistórica y escudándose en su indeseabilidad para evitar el debate
sobre su protagonismo en la formación de las sociedades actuales. A partir de
esta consideración se ha creado un conglomerado de ideas y conocimientos
técnicos, lo que Oscar Mateos denomina el consenso
sobre la Paz Liberal, que se despliegan sobre los conflictos del Sur según los
intereses geoestratégicos y políticos de cada actor involucrado. Son los
denominados dueños
de la paz, quienes deciden qué tipo de paz se tiene que imponer en cada
territorio a partir del desequilibrio de la balanza del conflicto por uno u
otro actor.
Este
libro habla de algunas de las herramientas que se utilizan desde el sistema
global en la intervención en un conflicto. Y lo hace partiendo de una visión
constructivista –como no podía ser de otro modo viniendo del GEA- a través de
la cual se analiza la potencia que conlleva fijar un discurso en la sociedad
sobre el conflicto. La parte vencedora crea un relato de los hechos,
independientemente de la compleja realidad, con la pretensión de mantener cuanto
más tiempo su statu quo de vencedor y
de que dicha victoria se observe con el paso del tiempo como única solución
posible y deseable. La batalla de los discursos, de los relatos de agravios y
desaires, es la primera batalla que libran unas partes que también pueden
reclamar para sí las mismas deidades o justicias sociales. La labor de
desentrañar esta madeja la realiza impecablemente la editora del libro, Itziar Ruíz-Giménez Arrieta en el
primer capítulo de la obra.
Continuando
con la misma línea centrada en los discursos, Virginia Rodríguez Bartolomé se centra en la justicia transicional
y su aplicación a los diferentes casos africanos. Vendidos como restitutivos de
la cohesión social, las diferentes
formas de justicia transicional reseñadas en este capítulo terminan por ser
fórmulas que entran en permanente contradicción con la rendición de cuentas por
los hechos durante el conflicto. Crea actores nuevos con intereses propios
dentro de los procesos de construcción de la paz, como agencias internacionales
o las mismas Comisiones de la Verdad, que ansiosos por autojustificarse
compiten en esa lucha por crear el discurso hegemónico postconflicto. Y todo
sin importar las demandas de justicia de la sociedad, punto clave para lograr
una situación de superación del conflicto. Muy interesante.
María Serrano Martín de Vidales se vuelve a centrar en la
cuestión de los refugiados, como ya hiciera en Más allá de la barbarie y la codicia. En esta ocasión se dedica a
la cuestión del retorno de refugiados. María critica que se omita a los
refugiados como un actor partícipe en la negociación de la paz y de la nueva
construcción de la comunidad política. La obsesión por la repatriación viene
explicada en este capítulo a través de la necesidad de los nuevos gobiernos
surgidos de los procesos de paz de aparentar superación del conflicto y
normalidad y, nuevamente, de la necesidad de determinadas agencias
internacionales por justificarse en su tarea humanitaria. Así tenemos un sujeto
político débil, los refugiados, que han tenido que huir de sus lugares de
origen, que son internados en campos de hacinamiento sin posibilidad de
desarrollar una vida normal, donde son víctimas de la violencia política que ya
les perseguía en su país, y que son omitidos de cualquier proceso negociador.
Secuestrados por la Paz Liberal, los refugiados son presionados para regresar a
su país, aunque no necesariamente serán reconducidos a sus tierras de origen.
La
cuestión de las sanciones internacionales es abordada por Raquel Ferrao en un artículo centrado en el análisis de las que se
proyectaron contra la UNITA en Angola. Es interesante este punto de vista sobre
cómo las sanciones son por lo general la fórmula más aséptica de intervención
por parte de los actores del Norte que no quieren involucrarse del todo. Si
bien reseña sanciones que funcionaron, Ferrao no duda en afirmar que éstas
crearon las condiciones para el recrudecimiento del conflicto y la visión de la
victoria militar como única forma de resolución del conflicto posible,
estigmatizando a los perdedores como actores no políticos y sin
reivindicaciones de este tipo.
El
libro entra en sus dos últimos capítulos en la discusión de la construcción de
la seguridad a través de este consenso de Paz Liberal. Oscar Mateos se centra en la reforma del sector de la seguridad en
Sierra Leona. Pero antes de entrar en dicho análisis, Oscar realiza una
estupenda descripción y clasificación de los discursos de la Paz Liberal y de
sus aplicaciones en el terreno. Ya en Sierra Leona, describe cómo la
construcción del sector de seguridad en Sierra Leona –ejército y policía-
respondió a un interés exacerbado de los actores internacionales (Reino Unido
principalmente) más que a las complejidades de la propia sociedad
sierraleonesa.
Por
último Aleksi Ylönen habla del
proceso de desarme en Sudán del Sur. Este capítulo es una perfecta explicación
de los últimos enfrentamientos en dicho país que durante el mes pasado
sacudieron nuestra actualidad informativa –y de la que hoy, por supuesto, ya no
hemos vuelto a hablar. El proceso que Ylönen explica nos adentra en la
concesión de un Estado a una de las partes del conflicto, pensando que el
sobrereforzamiento de ésta podría conseguir la paz por sí misma y omitiendo que
el frente del conflicto sudanés era complejo.
Este
libro es una estupenda obra sobre conflictos internacionales, y aunque sus
estudios de caso se centren en África Subsahariana, lo cierto es que muchas de
las conclusiones que se extraen de él son perfectamente aplicables a otros
conflictos políticos. Los autores denuncian la voluntad de construir la paz
desde arriba, y no desde la base de la sociedad (bottom-up) y la obsesión por los actores protagonistas de la Paz
Liberal por reconstruir, si es posible, el mismo Estado que ya existía en el
origen del conflicto, sin pensar que posiblemente ésta fue la causa del mismo.
Si algo hay que criticar del libro es su énfasis por denunciar que la Paz Liberal
no es 100% liberal, como si la
etiqueta hoy significara algo más allá que hegemonía.
También se echa en falta una visión de la reconstrucción posbélica desde el
punto de vista del sistema político, el constitucional o institucional. Pero
esto ya son meras obsesiones del autor de este blog, que sin embargo comparte con
los autores del libro su obcecación por visibilizar la complejidad de la
sociedad africana, atrapada en los conflictos entre los Señores de la Guerra y
los Señores de la Paz, que con armas o con dinero deciden qué es y qué será de
sus vidas.
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