AVISO

lunes, octubre 01, 2007

El fracaso del retorno del hombre blanco


Existe una cosa en el imaginario social del periodismo que a la que se le llama Comunidad Internacional. Ésta sería un ente o conglomerado de ideas, una voluntad colectiva compartida por estados, organizaciones internacionales y organizaciones de la sociedad civil internacional –otro mito que quizás debiéramos desmentir- que provoca la necesidad de actuar en los asuntos internos de un estado. La Comunidad Internacional siempre se personaliza en alguien. Siempre hay un alguien internacional que se erige en portavoz de esta voluntad colectiva por lo general no debatida y, también por lo general, traducida en la intención y visión de aquél que se vuelve portavoz. Es, por tanto, el momento en que aquél que desea realizar una acción en lo internacional reúne el apoyo no estructurado y frecuentemente no formalizado del resto del mundo, del planeta y todos sus seres vivos. Es el momento de que alguien venga y les diga a éstos o a aquéllos que no se enteran de lo que tienen que hacer. Que todo el mundo lo ve, los culpa y, por tanto, van a ayudarles a ayudarse a sí mismos. Es lo más parecido a un psicoanálisis que vamos a encontrar en la política internacional. Y ya sabemos todos lo que opinamos de los psicoanálisis.

Pero ocurre que, abundantemente, este análisis que la Comunidad Internacional hace de una situación política determinada es erróneo pues tiende a olvidarse de tomar en consideración todas aquellas actividades que la propia Comunidad, cuando no el mismo portavoz en primicia, realiza para contribuir al empeoramiento del estado de la cuestión. Un caso evidente de todo esto ha sido históricamente el del estado congoleño – el de Kinshasa, no el de Brazzaville- acuciado de múltiples problemas que han impedido un transcurso normal de la política, normalizando la guerra y la política de guerra que ha dominado el espectro social de los congoleños y congoleñas.

En este mismo blog hemos hablado multitud de veces de lo que hoy se denomina la República Democrática del Congo. Pero en estos breves análisis nos habíamos detenido en la figura de Laurent Désiré Kabila y habíamos preferido no lanzarnos a la aventura de analizar la guerra que siguió a su asesinato más que de una manera débil y todo ello debido a no querer correr el riesgo de equivocarnos en el análisis de tanta polvareda. Este blog, escrito desde Madrid, no había sido capaz de analizar la situación en un país donde España tiene enviados tropas bajo bandera de la ONU, donde su embajada ha sido atacada en más de una ocasión y donde durante este tiempo ha existido incluso un incidente de retención de españoles desplazados a Kinshasa por proyectos de adopción internacional. Procedemos entonces a saldar una deuda.

Cuando Kabila es disparado por uno de sus guardaespaldas el país congoleño está siendo nuevamente invadido por tropas ugandesas, ruandesas y de Burundi. Ya lo había sido anteriormente, pero esa vez todas habían asumido el liderazgo del propio Kabila en pos del derrocamiento del enfermo Mobutu. En el nuevo ataque la intención era derrocar el régimen de Kabila sencillamente porque éste había incumplido sus compromisos en el proceso de derrocamiento mobutista. Cuando Kabila llega a hacerse con el dominio de Kinshasa y por ende del Congo, además de renombrar el país –antes se llamaba Zaïre-, se olvida de las alianzas étnicas que habían conducido a su liderazgo. Marginando a unas etnias y utilizando políticamente a otras, Kabila aparta de su círculo decisorio a los aliados de Uganda, Ruanda y Burundi cometiendo el error de considerar poco peligrosas las respuestas de todos ellos. Además comete otro error: trata de renegociar las concesiones sobre recursos que había concedido a diversas empresas extranjeras durante una época, la de la guerra, en la que necesitaba liquidez y de la que jamás pensó que iba a ser tan corta. Planificando los contratos como si la liberación de Mobutu fuera a costar 15 años, y no previendo el derrumbamiento del castillo de naipes en apenas unos meses, Kabila empeño el futuro de su gobierno fuera de las élites étnicas de sus tres aliados y vecinos.

Kabila muere, y a le sucederá su hijo Joseph Kabila. El nuevo dirigente se verá en la necesidad de enfrentarse a un ataque desde el Kivu que, contrariamente a lo esperado, se divide en tres amplias zonas de influencia. Con uno de los frentes debilitado y el otro convertido en tres subgrupos enfrentados a sí mismos, la situación de la República Democrática del Congo queda pues a la espera de la voluntad de diferentes señores de la guerra quienes saben muy bien sacar provecho del conflicto. La Comunidad Internacional, esa voz que siempre acierta, se pasa años y años obteniendo concesiones de explotación de recursos en el país africano. Negocian con los señores de la guerra un suministro de coltan y otros minerales en los que el Congo es verdaderamente rico y los legalizarán cruzando la frontera hacia Burundi, Ruanda o Uganda.

Es el momento en que la situación está estancada. La vergüenza de un conflicto iniciado y sostenido por agentes internos e internacionales llega a ese otro mito de la sociedad civil global y termina por propiciar la cara buena e intervencionista de la Comunidad. Se crea, bajo el auspicio del Consejo de Seguridad de la ONU, el llamado Diálogo Intercongoleño (2001-2003) con la intención de sentar a esos negros y que se pongan de acuerdo para repartirse el pastel de una manera no violenta. Qué sería de África si el hombre blanco no la ayudase.

La solución encontrada para el reparto es básicamente la de un gobierno de unidad nacional en el que habrá un solo Presidente y cuatro Vicepresidentes, en representación en cada una de las facciones en guerra. El mensaje de la Comunidad Internacional es bien claro: legitima a aquéllos que han hecho la guerra en perjuicio de quienes optaron por no armarse. Con el gobierno de unidad se establece un calendario electoral con vistas al año 2006. Hoy hace un año de la segunda vuelta de estas elecciones que nunca llegaron a buen término por considerarse extrañas a los congoleños y congoleñas, impuestas por ese ente superior que es la Comunidad, y que sólo han contribuido para dividir aún más al país pues de sus resultados observamos una división entre las provincias del Este, a favor de Joseph Kabila, y el Oeste a favor de Jean-Pierre Bemba. A parte quedan las dos regiones del Kasai, que no se pronunció por ninguno de estos dos líderes.

Del proceso de democratización en el Congo podemos discernir los errores clásicos de los procesos del sistema internacional en África. En ningún momento de la intervención política se tuvieron en cuenta las causas de justicia, primando por entero la voluntad de no ofender a los combatientes, se deslegitimó la política a favor de violencia. No se permitió saldar las deudas de los crímenes de guerra a través de juicios ni se planteó la posibilidad de que los recursos naturales del Congo sirvieran para beneficio de la población y no de los países ricos.

Hoy día, después de los diálogos, de los envíos de tropas, de las elecciones a dos vueltas, de todas las buenas intenciones que la Comunidad Internacional ha tenido para enseñar a estos negros a ser civilizados resulta que tenemos una República Democrática del Congo en donde son los señores de la guerra, una serie de criminales, los que dominan el territorio y saquean los recursos que venden a buen precio a las empresas multinacionales.

3 comentarios:

Lapa dijo...

ESCRITOR UNIVERSAL PORTUGUÉS SUPERIOR: CRISTOVAO DE AGUIAR.

Él, también, ha traducido a portugués la abundancia de naciones por Adán Smith.

Lhe han concedido varios premios.

No olvidarte del nombre de este gran autor, tú oirá hablar de él pronto.

Gracias por tiempo del gasto en cultura universal.

Agradece por visitar.

Osselin dijo...

Te voy a echar un piropo. Tu manera de escribir me recuerda la brillantez de Manolo Vazquez Montalbán.

Fernando Díaz | elsituacionista dijo...

¡Pardiez osselin! Sí que es un piropo.

Agradecido y emocionado. Esperamos verte más por aquí.

Un saludo.