jueves, julio 31, 2008
Futuro
miércoles, julio 30, 2008
Fantasmas Balcánicos (VI)
Hace una semana que apresaron a este ideólogo de la Gran Serbia. La historia de su captura, en el barrio de Nuevo Belgrado, disfrazado o más bien camuflado bajo una identidad robada a un jubilado de la Vojvodina, ganándose la vida con la medicina natural, visitando bares nacionalistas que rendían culto al Karadzic original. De primeras, todo demasiado raro. ¿Por qué iba Karadzic a salir de Pale, ciudad de la República Sprska de Bosnia en donde vivía refugiado –bien acomodado- en las montañas? Allí aún disponía de su capital monetario, de la admiración de muchos y de la ayuda de unos pocos quienes, cuando veían llegar a la policía en su busca, daban la voz de alarma hacia lo alto de las montañas evitando así cualquier captura por sorpresa.
Mi escepticismo respecto a las condiciones de su captura se acrecienta cuando veo que ha sido Tadic –el europeísta- el responsable político de anunciarlo, y que nada se sabía en un principio de Kostunica. Este último se ha refugiado políticamente entre las filas de los nacionalistas serbios cada vez más nostálgicos de los días de la Gran Serbia, que no fueron otros más que aquellos en donde Yugoslavia estaba fuertemente anclada a la población serbia a pesar de contener otras 5 ó 6 repúblicas más. Curiosa manera de acabar políticamente con el que fuera la gran esperanza en los días de la caída de Milosevic en el año 2000. Es muy cierto que el entusiasmo del pueblo serbio con Kostunica se debía más a las ganas de sacarse de encima a Milosevic que al apoyo a un proyecto que, por otra parte, se ha demostrado hueco en el espacio y el tiempo.
En cualquier caso, Tadic anunció la captura y la entrega sin dilación del criminal de guerra al Tribunal de La Haya en donde se juzgan las causas de las guerras balcánicas. Si no hubiera habido tal rocambolesca historia con el Karadzic disfrazado y desconocido incluso para quienes convivían con él a diario, difícil se haría al gobierno de serbia explicar por qué no le habían entregado antes. Si confesaran que Karadzic ha estado todo este tiempo en Pale, disfrutando de la vida del poeta que dice ser –escribe poesía para los niños, como Gloria Fuertes- no se entendería el por qué de la entrega salvo como pago para iniciar las conversaciones de inclusión en la UE.
¡Ah! Que lo mismo es eso. Tadic, el europeísta, se saca de la manga a Karadzic, lo manda para La Haya y espera acontecimientos. Quizás le falte Mladic en el paquete, pero mejor mandar al ideólogo sólo protegido por los nostálgicos que mandar al que estaba en segunda fila que aún puede tener conexiones con los militares. Es un bonito cheque al portador pidiendo el ingreso en el club de Europa. El Consejo de Ministros de la Unión Europea, tras la detención y el anuncio de la entrega, sabe entender el por qué de estos movimientos serbios y se decide a hacer una declaración conjunta en la que se le felicita al estado serbio por sus esfuerzos y se le anima a seguir acercándose a la UE. Pero finalmente la declaración no es aprobada porque Holanda la paraliza. Para el gobierno holandés, que se vio inmerso en la matanza de Srebrenica por la que se va a juzgar también a Karadzic, no quiere hacer concesiones en esa torre de oro en la que se ha instalado cuando se habla de Bosnia, Serbia y todo lo que se les pueda relacionar. Para los holandeses, felicitar a Serbia por haber entregado a Karadzic es dar un paso atrás en su posición moral. Se han convertido en los guardeses de la moralidad balcánica asumiendo que, toda la moral que les faltó a sus cascos azules, la pueden recuperar ahora enrocándose más si cabe y haciendo política justiciera del espectáculo. Más les valdría superar sus traumas solitos y dedicarse a proveer las cárceles de La Haya de un sistema más seguro que evitara muertes tan sospechosas como la de Milosevic.
En este contexto, el Partido Radical serbio, nacionalista y admirador de la obra de Karadzic, ha vuelto a enarbolar la bandera del victimismo. Como dando la razón a aquel Kaplan profundamente etnocentrista que escribiera Fantasmas Balcánicos –y cuyo título domina esta serie sobre los Balcanes pretendiendo ser más irónico que fiel a la idea de Kaplan-, se justifican los crímenes de Karadzic aduciendo que “los croatas mataron más”, se manifiestan en Belgrado causando más destrozos que movilizaciones y amenazan de muerte a los dirigentes políticos que han tenido que ver en la entrega de Karadzic –lo que no es moco de pavo, ya lograron acabar con la vida de un Primer Ministro en 2003. No me extraña que la mayoría de la población serbia esté más harta que ilusionada o escéptica ante sus políticos. Seguro que si la población serbia viera cuánto pueden hacer juntándose un poco, sus políticos temblarían al ver cómo se les caen los mitos fundacionales de sus ideologías –y esto vale para los nacionalistas y para los europeístas.
Pero, pese a quien pese, Karadzic ya ha viajado a La Haya. En la misma noche de la manifestación, sin la palmadita de apoyo en la espalda de Tadic de la Unión Europea, guardando las formas en cuanto a su captura y encerando la sala del Tribunal en el que habrá de ser juzgado. Porque sí, asómbrense, todo esto se hace por y para la justicia. ¿Qué dónde se había quedado ésta? Eso mismo nos preguntábamos muchos desde hace tiempo. La tan famosa Carla del Ponte, fiscal que acusaba a Slobodan Milosevic hasta la muerte de éste, abandonó el Tribunal con la intención de denunciar lo que ha denunciado en un libro: que la Justicia de La Haya ni es justicia ni es nada. Que lo importante en ese Tribunal es guardar las formas de cara a la galería. Que los presos, supuestamente enfrentado por odios ancestrales –gracias, Kaplan- son íntimos y comparten cigarrillos y risas, que los procesos allí instruidos sirven más para limpiar las conciencias occidentales –Holanda, de nuevo- que para restituir a las víctimas.
¿A quién extraña todo esto? Que una Guerra Civil se transforme en un ridículo mundial al pretender juzgar los hechos en una base supuestamente imparcial, pero ajusticiando sólo a quienes perdieron la guerra –los dirigentes occidentales que tanto mal hicieron disfrutan de sus premios, conferencias y nominaciones-, es algo que no creo que sorprenda mucho. En Ruanda, otro lugar en el que se cubrió de gloria la Comunidad Internacional –signifique lo que signifique esto-, la lección ha sido más bien otra. Sus crímenes están siendo juzgados con ayuda de la antropología social, reinstaurando sistemas tradicionales de justicia tales como las Gacacas (pronúnciese Gachacas) y sin olvidar que cada sociedad tiene su propia manera de pasar páginas en sus hechos traumáticos. Si hacemos caso del fantasmagórico y equivocado Kaplan, la manera de ajusticiar en los Balcanes no es otra que dejándolo estar, asumiendo las pérdidas cada uno, victimizándose y vanagloriándose de cada derrota o victoria, y siguiendo con una vida llena de sentido. Quizás sea mejor manera que la de la justicia-espectáculo y las detenciones-mensajes que hoy vivimos y sufrimos. Pero seguro que sería menos ridículo.