AVISO

lunes, septiembre 21, 2009

Ébano, de Ryszard Kapuscinski

Cae la lluvia tropical y torrencial. Jamás has visto llover así. Se supone que deberías estar afuera, haciendo todo lo que se supone que se hace aquí. Pero lejos de convencerte a ti mismo de que desperdicias un tiempo valioso colocas la silla para acompañar a esa lluvia. Te rodeas del Relec, coges el ajedrez de viaje -como el pescador que lleva la caña, por si se tercia-, la libreta para apuntar, la cámara de fotos -no sea que hoy pase por allí el lagarto de todos los días presto para posar un poco. Y por supuesto: el libro. Jamás leer te llevó tanta preparación ni tanto equipaje. Estarás de vacaciones, pero la tensión emocional no te la quita nadie.

Y te sumerges. Esta vez, quién lo iba a decir, precisamente él, precisamente este libro, no te lleva a una situación muy lejana. Hace mucho tiempo que lo tenías, mucho que lo compraste, incluso lo has regalado varias veces y recomendado cientos de miles, pero jamás pensaste que estarías aquí mismo leyendo lo que estás viendo.

Kapuscinski es muchas veces poco riguroso con la Historia. Sus libros están escritos a la manera de reportajes periodísticos clásicos y, si de pasada toca un tema que tú conoces bien, puedes advertir cierta laxitud en sus aseveraciones políticas, cierta dejadez por reflejar los hechos tal y como fueron. Sin embargo, lo dejamos pasar encantados de la vida. El valor de sus libros no se refleja en su rigurosidad científica, ni en sus descubrimientos. Sus libros son valiosos porque están llenos de humanidad, de personas que se pasean por las páginas siendo ellos mismos sin necesidad de que nadie las interprete, verdadero periodismo antropológico. Son como esos compañeros de nuestra infancia, algo más mayores que nosotros, más maduros, y por tanto más seguros de sí mismos. Pero sin la arrogancia que valoriza la ignorancia. Son como son, y no te piden que los comprendas.

Ébano es un libro de reportajes que tienen como protagonista principal a la región de África Subsahariana. Son 29 artículos que Kapuscinski va a escribir durante sus corresponsalías para un periódico polaco. Podemos encontrar artículos algo más ensimismados sobre el autor, y otros más preocupados por saber captar la esencia del personaje que describen, pero siempre nos trasladarán un pequeño aprendizaje sobre cómo podemos situarnos para comprender al diferente. Aunque muchas veces el diferente puedas ser tú mismo.

Hay imágenes que se quedan clavadas en la retina del lector. Las palabras incrustadas en el cerebelo provocando que se rinda la voluntad ante la imagen de un joven Kapuscinski subido en un bidón de gasolina junto con su compañero de viaje, tratando de aguantar las sacudidas de una cobra que, debajo, trata de sobrevivir y matar a su vez. Podemos ver cómo se tambalea afectado por la malaria, preocupado porque su médico lo quiera enviar de vuelta a Polonia en lo que sería su primer reportaje en el continente. Asustado por si a su jefe le da por anular la corresponsalía por el mero hecho de que su primer reportero hubiera enfermado de gravedad.

Podemos sentir un pánico que Ryszard aparentemente no sufre, cuando leemos cómo es despojado en Monrovia de ese manto de protección que cubre a todo occidental que atraviesa una frontera africana: el pasaporte. Sin él, el europeo se siente golpeado, sin argumento que demuestre la necesidad de ser arrancado de cuajo de situaciones de inseguridad relativa. No digamos ya si en lugar de europeo es estadounidense. Las fronteras son el reino de los privilegiados; siempre que tengas el papel adecuado. Y sin embargo terminamos por sentir aún más pánico cuando nos describe el tamaño de las cucarachas de aquella habitación en donde pernoctará despierto.

Un pero, bastante grave, para la editorial Anagrama y para la persona que ha editado a Kapuscinski en España, es que hay algunos artículos -creo recordar que dos- que están doblemente reproducidos. En Ébano y en el divertidísimo La guerra del fútbol, Kapuscinski nos cuenta su día a día en Lagos, la capital de Nigeria. El relato de los personajes del barrio se disfruta y los hace cercanos y presentes a cualquiera que haya decidido entregarse a la narración. Estamos hablando de la dueña del bar, que sirve cerveza casera caliente. De los ladrones que siempre acuden a su piso cuando él no está, y que le agradecen el no llamar a la policía no entrando cuando él sí que está. Y otros tantos.

En este mismo artículo, Kapuscinski nos enseña que, aún a pesar de la voluntad, un blanco en África es siempre un blanco en África, y que mientras exista la posibilidad de tener aire acondicionado en una barriada de Lagos cualquiera, las diferencias siempre estarán ahí. Al fin y al cabo, como bien dice en las primeras páginas de Ébano, los africanos y las africanas tienen una vida que es un "martirio, un tormento que, sin embargo, soportan con una tenacidad y un ánimo asombrosos".

lunes, septiembre 07, 2009

El país anteriormente conocido como Macedonia

Decir que a través del deporte se vuelcan hoy en día la mayoría de los sentimientos nacionalistas es decir una obviedad. Todo el que tenga un buscador de webs a mano puede observar cómo existen y existieron reivindicaciones nacionalistas a cada evento deportivo existente. Y los JJOO, esos a los que el Alcalde de Madrid ha decidido asociar su futuro, son una competición de Presidentes y Jefes de Estado que luchan por que sus gallos de pelea o sus tortugas corredoras, venzan a los demás para salir en la foto.

Hoy, día 7 de Septiembre de 2009, comienza en Polonia el Campeonato de Europa de Baloncesto, el Eurobasket. Allí se enfrentan 16 selecciones europeas para dirimir quién es el más fuerte. Seguro que más de una alteza real ya está pidiendo los números de teléfono del capitán y entrenador habituales –y además, en el caso de España, como el alteza y el entrenador son italianos, seguro que se entenderán bien. Allí en Polonia, en el partido inaugural del Grupo A se enfrentan Grecia y un país anteriormente conocido como República ExYugoslava de Macedonia. Y se enfrentarán si es que hay acuerdo sobre el nombre –provisional en todo caso- que tendrá este segundo país.

El conflicto internacional sobre el nombre del Estado de Macedonia viene de lejos. Cuando en 1991 la Yugoslavia de la época se rompe en diversas repúblicas independientes que continúan las divisiones administrativas establecidas por Tito, cada nuevo gobierno se lanza en busca del tan ansiado reconocimiento internacional que las identifique como naciones soberanas e independientes. Con legitimidad, por tanto, para autogobernarse. Al fin y al cabo, el Sistema Internacional no es más que un acuerdo de primus inter pares para decir que este cacho de huerta es de éste o de aquél. El gobierno de Macedonia pretendía ser rápido en esta cuestión para evitar que su territorio fuera reclamado por búlgaros o griegos. Sin embargo la jugada no fue completa y, si bien es miembro de pleno derecho de la comunidad internacional, el latiguillo del nombre no termina de permitirles levantar el suelo.

La génesis de este conflicto, como casi siempre, tiene que ver con problemas políticos no resueltos que se aparcan para resolverlos –como sea- más adelante. Tito se encontró con una Yugoslavia en la que Serbia era la república dominante y sobre la cual giraba toda su historia. Justo debajo de Serbia existía una región fronteriza con Bulgaria y Grecia a la que el nacionalismo serbio llamaba “Serbia del Sur” y que en realidad tenía una herencia helénica innegable. Denominada Macedonia y siguiendo las líneas fronterizas que el Imperio Otomano había impuesto, la región sureña de Yugoslavia tenía tres hermanas griegas –las tres regiones fronterizas del lado griego que se denominan Macedonia Central, Oriental y Occidental- y una hermana búlgara –la llamada Macedonia del Pirin. Con ésta última Tito trazó un plan de unificación. En 1946 Bulgaria renunciaría a esa zona a favor de Yugoslavia a cambio de sus reivindicaciones en el mar Egeo. Era la época en la que se hacía Historia y los huertos cambiaban de manos. La URSS, juez y parte en todo esto, dio el visto bueno al acuerdo y cuando todo estaba a punto de concretarse, estalló por los aires. Tito rompe con la URSS en 1948 y por tanto sus reivindicaciones sobre el Pirin son desoídas y Bulgaria reafirma la propiedad de la región. Tito, para evitar que la población macedonia se le vaya de las manos, organiza una política orientada a fomentar un nacionalismo macedonio que hasta entonces estaba dormido y que sería el inicio de la voluntad independentista de la década de los 90.

La política yugoslava pasó en aquél momento a potenciar –por no decir crear- la idea de que el macedonio era un pueblo independiente en lo cultural, social e idiomático a todos los pueblos que le rodeaban –búlgaros, serbios y, sobretodo, griegos. Y así se llegó hasta el día en que los nuevos macedonios se pudieron hacer independientes.

Sin embargo Grecia no ha permitido desde entonces que la integración en la comunidad internacional sea completa debido al nombre. Por un lado, entiende que Macedonia, si es que ese es su verdadero nombre, podría reivindicar las tres provincias griegas con las que compartiría nombre, ya que eso del nacionalismo es muy contagioso. Y por otro lado, al llamarse así, la nueva república podría sentirse tentada de quedarse con el legado de la historia macedonia cuando la realidad es que actualmente es una región profundamente eslava y no helénica.

La cuestión del nombre no es baladí. Por este motivo existe un enviado especial de Naciones Unidas, quien trata de mediar desde hace ya casi 20 años para alcanzar un acuerdo y quien ha propuesto el año pasado la denominación “República Macedonia-Skopje”, en alusión a la capital. Existe un número minoritario de países que no aceptan el nombre constitucional de Macedonia, que no es otro que “República de Macedonia”, y que la llaman con el nombre provisional propuesto por Naciones Unidas, es decir “Antigua República Yugoslava de Macedonia”. En la OTAN, durante la reunión de Bucarest de 2008, se pretendía alcanzar un acuerdo sobre el mismo para poder incluir a Macedonia en la Alianza Atlántica y sin embargo Grecia se negó en redondo a aceptar a cualquier país que pretendiera llamarse como tal. Hoy, la República de Macedonia sólo es Estado candidato a ser incluido en la OTAN, y sus posibilidades de verse en la Unión Europea están paralizadas hasta que no exista un acuerdo sobre su nombre.

Mientras, en las canchas polacas de baloncesto, hoy veremos como la República de Macedonia se enfrenta a Grecia a pesar de la oposición de la FIBA europea –con presidente griego ¡toma ya! Y es que la Federación Macedonia de Baloncesto ha decidido retirar las siglas FYROM –Former Yugoslav Republic of Macedonia- de la camiseta del equipo nacional, contraviniendo las reglas del torneo –según parece-, pues a un equipo llamado “República de Macedonia” no lo tienen registrado.

Como solución de última hora desde lse proponemos estos nombres, con toda la irreverncia del mundo, al enviado especial de la ONU para que resuelva el acertijo.

República del Melocotón en Almíbar
- ¡Melocotones del mundo, uníos! -

República Independiente de la Ensalada de Frutas
- ¡Contra la represión de la malvada piña! -

República Macedoña – aka República Macedonya
aquí, ya se ve, hay un problema -

República del Melón con Jamón
o del Jamón con Melón porque el orden de los factores… ya se sabe -

República Joroñaquejoroña
que viene a ser lo que diga la griega -

República de Lo que diga el Griego
que al final es quien les tiene cogidos por las pelotas… de baloncesto, se entiende -