AVISO

viernes, agosto 27, 2010

UN-Habitat y la política exterior española

Desde que la Presidencia del Gobierno la ostenta José Luis Rodríguez Zapatero, la política exterior española en concebida desde el multilateralismo. Participar en las organizaciones internacionales es, para el actual Gobierno de España, una de las principales actividades y casi diríamos necesidades. Sin embargo, la interpretación que el gobierno hace de qué es participar en la agenda internacional no es en absoluto la más adecuada.

El Gobierno de España se ha involucrado en proyectos de muy distinto tipo desde el año 2004. Para éste gobierno y para este Ministro de Asuntos Exteriores la cooperación internacional –y sus fondos- consiste en realizar obras de arte para las oficinas de Naciones Unidas en Ginebra, pero también y principalmente, en involucrarse en las agencias y programas internacionales.

Hace ya tres años que el Gobierno, a través de un convenio firmado con UNDESA y con la participación del Gobierno de Aragón y el Ayuntamiento de Zaragoza, abrió la Oficina de Naciones Unidas para el apoyo a la Década del Agua (2005-2015). Esta oficina indicaba el interés de las instituciones españolas implicadas en mostrar a España como un actor internacional de relevancia en las tareas sobre los Objetivos del Milenio en materia de agua. Actualmente, la Oficina sigue en pié –a pesar de que es fruto de controversia política municipal y de la incomprensión de la sociedad zaragozana- y, en lo que respecta a la agenda internacional del agua, todo indica que el Gobierno Español sigue indicando su predisposición a atraer diferentes agencias y programas internacionales. Lástima que esta política de alineamiento con el apoyo al acceso de agua potable y saneamiento en el mundo no se corresponda luego con el apoyo de la diplomacia española a la resolución de la Asamblea General sobre el reconocimiento del Derecho Humano al Agua.

Además de la presencia física en territorio español de las instituciones internacionales, el Gobierno de España tiene otro objetivo: situar a españoles en la dirección de programas y agencias internacionales. En 2008, Inés Alberdi fue nombrada Directora Ejecutiva de UNIFEM, el fondo de Naciones Unidas para la Mujer. Este nombramiento fue rodeado de cierta polémica al considerar, cierta parte de la sociedad civil internacional, que la india Gita Sen era una candidata mejor cualificada y que el apoyo del PNUD al nombramiento de Inés Alberdi venía precedido de la promesa por parte del Gobierno de España a aumentar su aportación a los presupuestos de UNIFEM. En cualquier caso, la actual Directora Ejecutiva ya tenía una experiencia contrastada y conocimiento sobre el trabajo de UNIFEM a través de su Cátedra en Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, en donde era especialista en temas de mujeres y familia.

Pero ahora, abierta la vacante de Dirección Ejecutiva de la agencia UN-Habitat por el cumplimiento del mandato de Anna Tibaijuka, el Gobierno de España ha visto una nueva oportunidad de introducir a un español en un puesto atractivo del escenario internacional. En el día de ayer se anunciaba que el ex-Alcalde de Barcelona y ex-Ministro de Industria, Comercio y Turismo, Joan Clos, era nombrado nuevo Director Ejecutivo de UN-Habitat.

Las diferencias entre ambos nombramientos son notorias. Mientras que UNIFEM es un fondo dependiente de un programa, UN-Habitat es toda una agencia, una institución reconocida en todo el mundo como un importantísimo actor en las labores de desarrollo. Su misión consiste en promover ciudades social y medioambientalmente sostenibles y asegurar el acceso a una vivienda digna para todo el mundo. Estas tareas no son pequeñas y requieren de muchísimos profesionales altamente capacitados y con una formación que les permita ser un referente a nivel internacional en cuestiones de desarrollo, tal como actualmente es reconocido UN-Habitat. Y para esto, el Gobierno de España ha decidido ejercer presiones y candidatear a Joan Clos.

Un vistazo breve al CV de Joan Clos nos enseña que de formación es médico. Ascendió dentro del Partit Socialista de Catalunya, PSC –perteneciente al PSOE- como miembro del Ayuntamiento de Barcelona hasta que, tras la dimisión de Pasqual Maragall como Alcalde de la ciudad, Joan Clos fue promocionado. Su principal proyecto para la ciudad fue el Fórum de las Culturas 2004, una mastodóntica remodelación de una parte de la ciudad que, en lugar de solucionar problemas sociales relacionados con la marginación, la vivienda digna y las drogas, lo que hizo fue expulsar estos problemas unos kilómetros más lejos de Barcelona. Logró inaugurar un boom especulativo inmobiliario en la ciudad y fue premiado por su partido –como otros alcaldes socialistas de Barcelona- y nombrado Ministro de Industria, Comercio y Turismo. Es necesario recalcar aquí que Barcelona es una ciudad vendida al turismo de baja calidad enfrentado a sus propios ciudadanos. La mejor tienda del mundo, reza el eslogan publicitario.

Este es Joan Clos, el que a partir de Octubre será el nuevo Director Ejecutivo de una agencia internacional cuya principal misión consiste en crear ciudades para sus habitantes, en ayudar solucionar problemas con la vivienda, asegurar el Derecho Humano a una vivienda digna, a acabar con la marginación, en definitiva de los más pobres. Si sigue la línea que comenzó en Barcelona, nos deberíamos echar a temblar. Además tendrá que salvar las comparaciones con la saliente Anna Tibaijuka, una experta en temas de asentamientos humanos y seguridad alimentaria de grandísimo prestigio a nivel internacional.

El Gobierno de España, muy acertadamente, ha apostado por el multilateralismo. Pero éste ha de ser entendido como una oportunidad para trabajar conjuntamente con otros actores, sean Estados, Organizaciones Internacionales o Sociedad Civil global, y no como un mero recurso de marketing político que, además, sirva de cementerio de elefantes. Hasta que desde el Gobierno no se tomen en serio las instituciones internacionales, se apoye una política exterior coherente y se promocionen directores y directoras no necesariamente del partido y no necesariamente españoles o españolas, el resto de países no se tomarán en serio la política exterior española. España puede aportar más y mejor a la Agenda Internacional, pero no debería hacerlo por este camino.

martes, agosto 24, 2010

Apología del personalismo

Hace ya tiempo que la cooperación al desarrollo de Europa viene estando marcada por un profundo interés fronterizo. Existen países absolutamente prioritarios para las políticas exteriores y de inmigración de los estados europeos que, irremediablemente, figuran en las listas de relaciones especiales de cooperación. Se utilizan fondos de cooperación para invertir en unos países con la supuesta lógica desarrollo = menos inmigrantes cuando, en realidad, lo que se potencian son las tradicionales alianzas entre las clases políticas europeas y las clases políticas africanas a cambio de que estas últimas lleven la política que desean en París, Berlín, Londres o incluso España. Los estados africanos terminan por modificar su política comercial petrolera o pesquera al son de la música que le marcan desde las metrópolis.

Senegal produce, en esencia, inmigrantes. O al menos así lo deben ver las instituciones europeas, que estiman que este país ha de recibir atenciones especiales en función de que se constituye como una puerta de salida de los inmigrantes hacia las costas canarias. De manera que, para esta lógica, lo que hay que conseguir es controlar esa frontera a cambio de cualquier cosa. Y ésta es la cooperación.

Las relaciones exteriores ayudan a instalar y mantener a personajes en el poder que en cualquier otro contexto ya habrían sido expulsados por su población o compañeros de partido. Es el caso de Abdoulaye Wade, presidente de Senegal, que lleva camino de convertirse en un personaje de cualquier libro de Ahmadou Kourouma o en uno de esos Payasos y monstruos de Sánchez Piñol.
Perteneciente a la entente liberal, Wade era el eterno candidato a la presidencia de Senegal, perdiendo siempre sus elecciones hasta que un inesperado de destino hizo caer al presidente Abdou Diouf. Desde entonces, por el año 2000, Wade se ha encargado de controlar los recursos del país y de moverse en el escenario internacional para convertir al país en un receptor de fondos de cooperación y de inversiones a cambio de ceder el control de las fronteras. Inmigrantes por fondos. Buen negocio sobre el que se está asentando Wade y al que, comprador y vendedor contribuyen de formas similares.

Todos estos elementos políticos endiosados, incluidos los españoles, británicos o franceses, por ejemplo, terminan por creerse en posesión de la verdad y, tras cualquier decisión que toman, sienten que el Estado, sus compañeros y la ciudadanía en general, les debe pagar un precio muy alto por disfrutar de su oportuno análisis. Cada decisión que toman genera, según ellos, una deuda que él se habrá de cobrar en algún momento. Wade ha decidido cobrársela ahora.

Durante este 2010, Senegal está celebrando el 50 aniversario de su independencia política. La diferencia entre aquél momento y ahora es notable. Mientras que hace 50 años, Senegal contaba como presidente con uno de los padres de la Negritud y gran poeta en lengua francesa, Léopold Sédar Senghor, ahora cuenta con el inefable Wade. Para celebrar estos 50 años de libertad, Wade tuvo la ocurrencia de realizar un monumento mastodóntico de cuestionable gusto. La estatua, que habría de ser la más grande de bronce del mundo y representar la libertad africana, mide nada más y nada menos que 50 metros de altura –aproximadamente como un edificio de 15 plantas.

El monumento ha sido ideado por el artista senegalés Pierre Goudiaby Atepa y representa a un hombre y una mujer de raza negra semidesnudos que sostienen a un bebé en brazos. El costo total de la obra ha sido de 27 millones de dólares y fue construida por obreros norcoreanos. Por si fuera poco tal despilfarro en unos fastos libertarios, Wade ha decidido que, como padre de la idea de que había que hacer un monumento espectacular, le corresponden el 35% de los ingresos de los turistas que paguen la entrada al recinto. El dinero lo recaudará su fundación.

Las críticas no se han hecho esperar. Mientras que los líderes musulmanes –religión mayoritaria en Senegal- han puesto el grito en el cielo por contravenir sus preceptos religiosos, hay muchas voces internas e internacionales que han clamado por tal despilfarro en un país con tanto por hacer. Huelga decir, como ya ha señaló Iñaki en su Guerra y Paz del 4 de Abril, que si los 27 millones se hubieran gastado en armamento militar y Wade hubiera cobrado un 35% del costo de cada bala disparada, aquí nadie hubiera clamado al cielo. Pero si traemos esto a un blog sobre África y relaciones internacionales, no cabe duda de que es por una cuestión de modelo de estado y de desarrollo económico y de cómo, desde la política exterior y las relaciones internacionales se ayuda a fomentarlo.

Porque no puede ser que un país que no tiene carreteras dignas más allá de las zonas turísticas –la región sur de Casamance-, esté construyendo una autopista entre Dakar y Diamniadio absolutamente necesaria e imprescindible para el desarrollo del país... y la hagan de peaje. Tampoco dice mucho del modelo de país y de los planes de desarrollo que se eliminen, de golpe y plumazo, las ayudas a estudiantes de la Universidad de Sant Louis –reprimiéndoles además brutalmente cuando protestan por ello. Y, huelga decir, no contribuye en absoluto este clima de corrupción que ha creado Wade que lleva a su gobierno a hacerle un regalo de 133.000 euros a un funcionario del FMI y, cuando todo sale a la luz porque el funcionario lo rechaza públicamente, se alegue que es una tradición africana de regalar algo a la gente que se marcha tras una visita.

Pero eso a la diplomacia aparentemente bienintencionada no les conmueve ni les importa. La diplomacia está para respetar los asuntos internos salvo que se refieran a la Seguridad Nacional. Es decir, mientras que en Senegal se nos deje controlar sus fronteras y el gobierno sea responsable no produciendo inmigrantes, hemos de garantizar que uno de los nuestros se mantenga en el poder a costa de sus ciudadanos.

Una política exterior responsable utilizaría la diplomacia como herramienta para evitar este tipo de apoyo a personajes políticos que utilizan su país y su economía para su propio beneficio económico. Pero estaríamos hablando, clara y desgraciadamente, de política ficción.