Fotografía de Julien Harneis |
El principal sindicato de la oposición minera
sudafricana, ACMU, está manteniendo una huelga indefinida en las minas de la
región de Rustenburg.
Reclama subidas salariales para unos mineros que viven en pésimas condiciones y
cuyas ganancias son ridículas si se las compara con las de los directivos y sus
empresas. Con una economía históricamente muy vinculada a las exportaciones de
platino y unas caídas en la valoración mundial de este mineral, Sudáfrica se
juega gran parte de su futuro en este conflicto.
En el momento en que se
escriben estas líneas, Sudáfrica
vive un nuevo episodio de un conflicto
de –no tan- baja intensidad que tiene en las minas a su principal protagonista.
Una huelga indefinida de mineros que
se alarga ya cinco semanas y que está causando enormes pérdidas,
comprometiendo, según el gobierno, las inversiones extranjeras en el país.
Las condiciones de los
mineros en Sudáfrica han sido, ya desde la época del Apartheid, extremadamente
deplorables. Más aún si se tiene en cuenta la creciente importancia de la
minería en la economía nacional sudafricana. Se calculaba que el 90% de los
trabajadores de las minas eran negros, de los cuales más de la mitad provenían
de los países vecinos como Lesoto y Suazilandia. El régimen racista del
Apartheid promovía la migración, en unas condiciones severísimas, para
facilitar el control de una mano de obra en su industria clave.