AVISO

lunes, febrero 25, 2008

Fantasmas Balcánicos (V)

Hace ya una semana que el Parlamento regional de Kosovo se autoproclamó independiente por cuenta ajena. Ya nunca más volverá a rendir cuentas a Serbia, ni a excusarse por llegar tarde y sin afeitar. Kosovo ya es su propia casa y ahora puede cambiar los armarios de sitio, pintar de color rosa las paredes o enmoquetar el cuarto de baño. Lo que quiera, porque la libertad significa eso, poder hacer lo que quieras sin esperar la aprobación de los demás. ¿No?

Estados Unidos algo ha tendido que ver. Un papel menor, claro. Ningún estadounidense ha salido detrás de Thaçi cuando firmaba el acta de independencia. Ningún miembro de la administración Bush pasaba por allí para prestarle la pluma o darle la hora. Europa -ese ente- no ha tenido nada que decir. Quizás haya apoyado al europeísta Boris Tadic en las elecciones de Serbia para favorecer el proceso de independencia, pero su papel ha sido más el de la abuela simpática que trata de poner a todos los nietos de acuerdo en que no se tienen que pelear. Con una mano suelta 5€ al más pequeño, con la otra desliza 100€ al mayor, pero todos son iguales, son sus nietos. Majetes.

En todo este divorcio el único que sale jodido es Serbia. Ha perdido la custodia de los chavales, la casa y además tiene que pasar pensión. Su madre Rusia le apoya, pero habla más que actúa y la cara de gilipollas ha de ser tremenda. “¿Me podéis devolver a Milosevic? ¿Al resto de criminales de guerra entregados a La Haya? Al menos me podré quedar con la parte que reclamaba de Bosnia ¿no?”, parece preguntar Serbia. Pero no, se ha quedado compuesta y sin novio, que diría mi Señora Madre. Lo dicho, jodido.

Y todo ha ocurrido casi de la noche a la mañana. Serbia tenía elecciones en un clima tenso tras el ascenso en el poder kosovar de Thaçi, todo se encaminaba a que la república iba a seguir los pasos marcados por Europa. Estos eran, victoria de Tadic, por aclamación popular y destacando el jurado sus buenas hechuras como negociador con la Unión Europea –esa institución-, colaboración con los tribunales internacionales que juzgan los crímenes de Bosnia -aún más, pero por supuesto mejor-, abstención serbia de las polémicas que surjan en la política bosnia, en concreto en la República Srpska, una de las dos mitades que componen la República bosniaca, y por supuesto dejar de hablarse con su madre Rusia, aunque se enfade porque no la llamaste por su cumpleaños. Cuando parece que todo esto se va cumpliendo y que además no te enfadas porque en Prístina haya ganado Thaçi, ese que vestía de verde olivo, que perseguía serbios en el norte de Kosovo armado con un fusil albanés y que se pegaba con el pacifista de Rugova, cuando consientes que las fronteras entre dos regiones de tu país las administren fuerzas internacionales, o que en tu territorio existan jueces extranjeros aplicando vete tú a saber qué ley, pues cuando ocurre todo esto, alguien decide mandarlo a la mierda, solucionar el problema porque sí, dejándote con el culo al aire y sin papel.

No hay que engañarse. La posibilidad de un Estado de Kosovo siempre estaba presente en el debate de un futuro para la región. Lo que jamás se imaginaba nadie era una cagada de tal calibre por parte de todos los implicados. El día 17 de febrero salen al estrado las autoridades kosovares a presentar la bandera. ¿Qué debe ser la primera nación que no tiene bandera preparada antes de la declaración de independencia? Es que los kosovares son así, desprendidos e improvisadores. Y cuando le quitan la cortinilla a la bandera, resulta que ni un sociólogo con photoshop lo podría haber hecho peor. Un fondo azul, de naciones unidas a tope, con estrellas doradas como la bandera de la Unión Europea -¿Cómo, que las estrellas de la UE son de herencia cristiana y de inspiración en la Virgen María? Pues lo hemos pintado con rotuladores indeleble y ya no se quita así que…- y un plano en dorado del mapa sacado por Google. Verdadera declaración de intenciones. No hay referencias hacia Albania, ni símbolos musulmanes –que no se llevan y ahora pagan menos que antes- a pesar de ser ambos dos elementos identitarios imprescindibles para la conceptualización de lo kosovar. De himno sonaba el himno de la alegría, pero podía haber sonado el We Are the Champions propio de las celebraciones del Real Madrid.

Alemania y Francia se apresuran a darle la bienvenida a la familia. Lo hacen como esa parte de la familia que acepta en su seno a la pareja tonta del tío raro, sabiendo que por caridad están obligados a ello, pero presintiendo que están cometiendo un error al no decir lo que piensan en voz alta. “Que lo diga Francia”, piensa Alemania. “Que lo diga Alemania” piensa Francia. Y como se miran sin saber quién lo va a decir, llega Estados Unidos y se adelanta, le da un abrazo a la nueva incorporación y con ese estilo tan tosco pero a la vez tan norteamericano se la lleva cogida del brazo a pasearla por todos los corrillos. Y de entre todos, pues coincide con la Madre Rusia, que ni les mira a la cara a la vez que les promete que les sacará los ojos por lo que han hecho a su chiquillo, y con pequeños a los que ni les va ni les viene, como España, que bien saludan o bien deciden no saludar por miedo a que sus retoños se empeñen en seguir el ejemplo del tío tonto y le traigan mañana a la novia a comer a casa.

Habrá que estar atento a lo que suceda en los Balcanes. Las reacciones serbias que salen en la televisión –tales como manifestaciones violentas, incendios de embajadas o quema de banderas- son más que comprensibles desde los sectores nacionalistas serbios, aquéllos que tienen secuestrada la política de Serbia desde hace mucho tiempo, y la papeleta que le queda ahora al que se quiera meter a solucionarlo es de considerables dimensiones. Bosnia, Estado ficticio, con una pequeña república en su interior que se quiere separar para integrarse en Serbia –a ver quién se lo niega después de esto-, Rusia deseosa de asegurarse un buen amigo en Serbia –más por la falta de cariño que por la importancia del mismo-, Albania que ve cómo un territorio que también ansiaba –no olvidemos que Thaçi fue proalbanés- se larga de Serbia pero se larga por su cuenta, la Unión Europea q que ve cómo las negociaciones con Belgrado se van al garete al menos de momento, y por último una República de Serbia, antes República de Serbia y Montenegro, antes Yugoslavia, que se queda sin las tierras en donde se sitúa su fundación –el monasterio de Granischa-, con un Primer Ministro Kostunica que tiende a ir hacia lo ruso y al que se le descubren apoyos dentro de la mafia económica serbia, un Presidente serbio proeuropeo recién elegido, que se ha hecho el sueco con esto de la independencia de Kosovo –se largó de viaje oficial a Rumanía al día siguiente-, un nacionalismo serbio que ve cómo sus predicciones de saqueo y humillación de la nación se hacen realidad y una población en donde, a pesar de las tremendas resistencias que había, termina de calar el mensaje nacionalista. Vamos, si yo me llamara Francisco Fernando no me acercaba durante una buena temporadita a los Balcanes.

jueves, febrero 14, 2008

Partidos políticos


"Lo dramático es que, en Senegal, cuando se juntan tres, forman un partido, y cuando se juntan cinco, estallan las discrepancias."

Sally Ndongo
Sindicalista senegalés

jueves, febrero 07, 2008

Idi Amin Dada, Uganda

Construido a sí mismo. Ese podría ser el mejor calificativo para hablar de Idi Amin Dada, “Mariscal de Campo y Presidente Vitalicio”, “Señor de todas las bestias de la Tierra y Peces del Mar”, “Conquistador del Imperio Británico, de África en general y Uganda en particular” y “Rey de Escocia”. Construido a sí mismo porque todos estos títulos se los otorgó a él mismo sin consultar a nadie. Personaje muy particular, este dictador ugandés.

Había sido formado militarmente por los británicos antes de que éstos abandonaran Uganda en su retirada del continente. Era 1962, comienzos de una década en donde las tierras africanas eran, por fin, africanas, y en donde la necesidad por el desarrollo era la prioridad de los nuevos regímenes. La suerte, unas veces de cara y otras no tanto, sorprendía a los nuevos Estados con líderes políticos capaces de enarbolar los sentimientos de unidad africana, de levantar fervorosas pasiones por la política o de aunar esfuerzos en la constitución de un bloque alternativo al soviético y norteamericano: un bloque tercermundista.

Ocurre, como en todas las cosas, que esa suerte dispar permitía llegar al poder a líderes que, quizás, tenían un sentimiento democrático y desarrollista un tanto extraño. En Uganda se nombró presidente a Milton Obote, de inspiración socialista y educación muy británica. El proyecto de Obote consistía, como no podía ser de otra forma, en un rápido desarrollo por el pueblo y para el pueblo, guiado por un fuerte sentimiento democrático. El pueblo ugandés se las prometía felices, hasta que los proyectos de Obote se encontraron con ciertas discrepancias y malestares sociales. El presidente ugandés no escatimó esfuerzos para lograr acallar esas voces que interrumpían su desarrollo democrático, así que la policía militar se dedicaba a arrestar constantemente a quienes se oponían a éste. Como buen Estado de derecho, Uganda publicaba quién había sido detenido y en qué circunstancias en algo así como un Boletín Oficial del Estado. Poco a poco, los anuncios de las detenciones pasaron de ser una anécdota en el boletín a ser el principal objetivo del mismo. Al final, el mismo gobierno secuestró páginas de los diarios de información general porque las detenciones eran tantas que no entraban en su propio boletín.

Un angustiado Obote, viéndose débil ante la situación de protesta reinante, se acercó al ejército en busca de aliados. Como tantos otros presidentes demócratas con problemas de autoestima, decidió rodearse del personal más inepto que encontrara a su paso. Y por ahí justo apareció el zote del suboficial Idi Amin. Entre tanta incompetencia, Obote tendría que ser encumbrado, respetado y reconocido como justo dominador del ejército ugandés. Sin embargo, como a tanto presidente falto de autoestima, la miseria bajó de las montañas lejanas para agarrarle por los pies. Idi Amin se convirtió en su oficial de la represión y reprimió de tal modo y con tanta ansia que, un día en que Obote estaba de viaje fuera de Uganda, decidió reprimirle también a él y quedarse con el país.

Más que una liberación del poder opresor de Obote, como sentían los ugandeses en aquél momento, fue una cooptación del país, una herencia de ti para mí. Un cacho de tierra que queda a disposición de una persona a la que no se le conoce mérito alguno salvo una fascinante capacidad para procrear. Era 1971, una nueva década y un nuevo estilo. El estilo Amin.

El nuevo jefe del Estado empezó bien. Reconciliándose con la sociedad, Idi Amin Dada amnistió a todos los presos políticos que él había contribuido a encarcelar, hizo las paces con el considerado rey de Uganda, el Kabaka, a quien años antes había intentado asesinar, y volvió a traer la esperanza del desarrollo al pueblo ugandés. Para esto último, Idi Amin tenía una técnica prodigiosa. Montado en su helicóptero, recorría cientos de aldeas ugandesas. El presidente bajaba a la tierra más pobre de Uganda –en el sentido más literal- para conocer de cerca qué problemas acuciaban a su población. Visitando la aldea con el jefe de la misma, observaba que había enfermedad e ipso facto se giraba y ordenaba a su Ministro de Sanidad que construyera un hospital. Si era una escuela lo que hacía falta, el se giraba y ordenaba la creación de la misma al Ministro de Educación. Como regalo, la aldea le obsequiaba con un sinfín de presentes, tantos que a veces constituían más de lo que la misma aldea tenía. Una vez en Kampala, los recursos necesarios para la construcción de ese hospital o de esa escuela prometidos se destinaban a los mercenarios sudaneses que componían el ejército de Idi Amin.

Alguien que lea esto podría estar criticando las virtudes de Idi Amin, pensando que su personalidad era absolutamente funesta. Pero ese alguien no sería justo. A Idi Amin hay que considerarle como lo que realmente era. Un líder africano de su tiempo, capaz de desenvolverse en la política exterior como pez en el agua. A Uganda llegó ayuda militar israelí, pero aún así, Uganda necesitaba dinero contante y sonante de manera que Idi Amin recordó su vieja fe islámica. Convertido a un islamismo feroz, lo que implicaba un antisionismo aún mayor, Idi Amin recogió el apoyo del líder libio Gaddafi –ese que hace unos años era un terrorista y que tras poner dinero en la mesa ahora es un aliado estratégico que hace visitas con sus cuarenta vírgenes-. Por entonces Gaddafi estaba empeñado en convertirse en el agitador mundial en el Tercer Mundo, y el dinero del petróleo libio atraía a multitud de posibles aliados.

La línea de financiación económica que Libia comenzó con el régimen de Amin no sostuvo la economía ugandesa. Todas las industrias del país habían perdido casi un 90% en su productividad y sólo la industria cervecera ugandesa aguantaba tímidamente la crisis económica. Por extraño que parezca, esa crisis no estaba relacionada en absoluto con el mandato de Idi Amin Dada, sino que, como sabiamente descifró el líder, la crisis tenía que ver con el abuso que de la población ugandesa hacían las minorías asiáticas –hindúes y paquistaníes-. La solución estaba clara: expulsar a la población asiática del país y dejar los negocios de éstos en manos de buenos y verdaderos ugandeses. El problema no fue la táctica a seguir, sino que el reparto de los negocios resultó un fracaso tal que los nuevos responsables de los comercios, al no sabe qué precios tenían sus productos, terminaron por pedirle a los clientes que los fijaran ellos mismos. La gran mayoría de negocios bien establecidos terminó por liquidarse en saldos y rebajas no intencionadas y por cerrar una vez que ya no tenían productos.

La economía se le estaba dando mal, pero otro elemento de la política exterior es la diplomacia y ahí Idi Amin Dada sabía hacerse querer. Su antisionismo le hizo declarar en público que la Primera Ministra de Israel Golda Meirmeneaba las bragas cuando camina”. Para congraciarse con los Estados Unidos Idi Amin fue el primero en felicitar por su elección al Presidente Gerald Ford mediante un escueto telegrama que decía “Te quiero”. Solventaba los litigios vecinales con Tanzania mandando otro telegrama, esta vez al líder tanzano Julius Nyerere, al que decía: “Con estas breves palabras quiero asegurarle que lo amo, y que si usted hubiera sido una mujer sin duda alguna la desposaría pese a que su cabeza está llena de cabellos grises. Pero como usted es un hombre, tal oportunidad no existe”. Huelga decir que Nyerere rechazó la propuesta.

Como buen líder político de los 70, Idi Amin conocía de los peligros del neocolonialismo y por todo esto se postuló a sí mismo como una “gran carga para el hombre blanco”. Cuando se celebraba la cumbre de líderes de la Organización para la Unidad Africana, Idi Amin vio claramente la necesidad de demostrar hasta qué punto esa carga sería soportada por el hombre blanco, de manera que entró a la misma sentado en una silla sostenida por porteadores blancos. Sólo hace falta ver una fotografía de la oronda figura de Amin para darse cuenta de que en efecto era una gran carga.

Todo su espectáculo terminó el día en que Nyerere, despechado por la proposición deshonesta de Amin, comprendió mal el amor que éste le profesaba y terminó por repeler la invasión ugandesa de Tanzania hasta el punto de que las tropas tanzanas terminaron por ocupar Kampala, la capital de Uganda. Era 1979, y el “Señor de todas las bestias de la Tierra y Peces del Mar” tenía que exiliarse al único país que le acogió, Arabia Saudí, donde, tras intentar un regreso al poder de Uganda en 1999, murió en el triste año de 2003.

Fuente y mucha más información en:

Sánchez-Piñol, Albert. Payasos y Monstruos. Aguilar, Madrid, 2006.