Estados Unidos algo ha tendido que ver. Un papel menor, claro. Ningún estadounidense ha salido detrás de Thaçi cuando firmaba el acta de independencia. Ningún miembro de la administración Bush pasaba por allí para prestarle la pluma o darle la hora. Europa -ese ente- no ha tenido nada que decir. Quizás haya apoyado al europeísta Boris Tadic en las elecciones de Serbia para favorecer el proceso de independencia, pero su papel ha sido más el de la abuela simpática que trata de poner a todos los nietos de acuerdo en que no se tienen que pelear. Con una mano suelta 5€ al más pequeño, con la otra desliza 100€ al mayor, pero todos son iguales, son sus nietos. Majetes.
En todo este divorcio el único que sale jodido es Serbia. Ha perdido la custodia de los chavales, la casa y además tiene que pasar pensión. Su madre Rusia le apoya, pero habla más que actúa y la cara de gilipollas ha de ser tremenda. “¿Me podéis devolver a Milosevic? ¿Al resto de criminales de guerra entregados a La Haya? Al menos me podré quedar con la parte que reclamaba de Bosnia ¿no?”, parece preguntar Serbia. Pero no, se ha quedado compuesta y sin novio, que diría mi Señora Madre. Lo dicho, jodido.
Y todo ha ocurrido casi de la noche a la mañana. Serbia tenía elecciones en un clima tenso tras el ascenso en el poder kosovar de Thaçi, todo se encaminaba a que la república iba a seguir los pasos marcados por Europa. Estos eran, victoria de Tadic, por aclamación popular y destacando el jurado sus buenas hechuras como negociador con la Unión Europea –esa institución-, colaboración con los tribunales internacionales que juzgan los crímenes de Bosnia -aún más, pero por supuesto mejor-, abstención serbia de las polémicas que surjan en la política bosnia, en concreto en la República Srpska, una de las dos mitades que componen la República bosniaca, y por supuesto dejar de hablarse con su madre Rusia, aunque se enfade porque no la llamaste por su cumpleaños. Cuando parece que todo esto se va cumpliendo y que además no te enfadas porque en Prístina haya ganado Thaçi, ese que vestía de verde olivo, que perseguía serbios en el norte de Kosovo armado con un fusil albanés y que se pegaba con el pacifista de Rugova, cuando consientes que las fronteras entre dos regiones de tu país las administren fuerzas internacionales, o que en tu territorio existan jueces extranjeros aplicando vete tú a saber qué ley, pues cuando ocurre todo esto, alguien decide mandarlo a la mierda, solucionar el problema porque sí, dejándote con el culo al aire y sin papel.
No hay que engañarse. La posibilidad de un Estado de Kosovo siempre estaba presente en el debate de un futuro para la región. Lo que jamás se imaginaba nadie era una cagada de tal calibre por parte de todos los implicados. El día 17 de febrero salen al estrado las autoridades kosovares a presentar la bandera. ¿Qué debe ser la primera nación que no tiene bandera preparada antes de la declaración de independencia? Es que los kosovares son así, desprendidos e improvisadores. Y cuando le quitan la cortinilla a la bandera, resulta que ni un sociólogo con photoshop lo podría haber hecho peor. Un fondo azul, de naciones unidas a tope, con estrellas doradas como la bandera de la Unión Europea -¿Cómo, que las estrellas de la UE son de herencia cristiana y de inspiración en la Virgen María? Pues lo hemos pintado con rotuladores indeleble y ya no se quita así que…- y un plano en dorado del mapa sacado por Google. Verdadera declaración de intenciones. No hay referencias hacia Albania, ni símbolos musulmanes –que no se llevan y ahora pagan menos que antes- a pesar de ser ambos dos elementos identitarios imprescindibles para la conceptualización de lo kosovar. De himno sonaba el himno de la alegría, pero podía haber sonado el We Are the Champions propio de las celebraciones del Real Madrid.
Alemania y Francia se apresuran a darle la bienvenida a la familia. Lo hacen como esa parte de la familia que acepta en su seno a la pareja tonta del tío raro, sabiendo que por caridad están obligados a ello, pero presintiendo que están cometiendo un error al no decir lo que piensan en voz alta. “Que lo diga Francia”, piensa Alemania. “Que lo diga Alemania” piensa Francia. Y como se miran sin saber quién lo va a decir, llega Estados Unidos y se adelanta, le da un abrazo a la nueva incorporación y con ese estilo tan tosco pero a la vez tan norteamericano se la lleva cogida del brazo a pasearla por todos los corrillos. Y de entre todos, pues coincide con la Madre Rusia, que ni les mira a la cara a la vez que les promete que les sacará los ojos por lo que han hecho a su chiquillo, y con pequeños a los que ni les va ni les viene, como España, que bien saludan o bien deciden no saludar por miedo a que sus retoños se empeñen en seguir el ejemplo del tío tonto y le traigan mañana a la novia a comer a casa.
Habrá que estar atento a lo que suceda en los Balcanes. Las reacciones serbias que salen en la televisión –tales como manifestaciones violentas, incendios de embajadas o quema de banderas- son más que comprensibles desde los sectores nacionalistas serbios, aquéllos que tienen secuestrada la política de Serbia desde hace mucho tiempo, y la papeleta que le queda ahora al que se quiera meter a solucionarlo es de considerables dimensiones. Bosnia, Estado ficticio, con una pequeña república en su interior que se quiere separar para integrarse en Serbia –a ver quién se lo niega después de esto-, Rusia deseosa de asegurarse un buen amigo en Serbia –más por la falta de cariño que por la importancia del mismo-, Albania que ve cómo un territorio que también ansiaba –no olvidemos que Thaçi fue proalbanés- se larga de Serbia pero se larga por su cuenta, la Unión Europea q que ve cómo las negociaciones con Belgrado se van al garete al menos de momento, y por último una República de Serbia, antes República de Serbia y Montenegro, antes Yugoslavia, que se queda sin las tierras en donde se sitúa su fundación –el monasterio de Granischa-, con un Primer Ministro Kostunica que tiende a ir hacia lo ruso y al que se le descubren apoyos dentro de la mafia económica serbia, un Presidente serbio proeuropeo recién elegido, que se ha hecho el sueco con esto de la independencia de Kosovo –se largó de viaje oficial a Rumanía al día siguiente-, un nacionalismo serbio que ve cómo sus predicciones de saqueo y humillación de la nación se hacen realidad y una población en donde, a pesar de las tremendas resistencias que había, termina de calar el mensaje nacionalista. Vamos, si yo me llamara Francisco Fernando no me acercaba durante una buena temporadita a los Balcanes.