AVISO

jueves, julio 29, 2010

Imaginar con una sola historia




---
Chimamanda Ngozi Adiche es una escritora nigeriana. Nacida en 1977, revolucionó el panorama literario internacional cuando, en el año 2006, publicó su novela Medio sol amarillo, editada en España por Random House Mondadori. También hay publicado un reciente libro suyo en castellano, esta vez de relatos, titulado Algo alrededor de tu cuello, y su primera novela La flor púrpura.

sábado, julio 24, 2010

Tics neocoloniales

Los tics neocoloniales son muy difíciles de quitar. Más cuando eres Francia. Hablar de libertad, igualdad y fraternidad queda muy bien, pero en el fondo es el mismo mensaje que utilizaba Napoleón para invadir con sus tropas toda Europa.

Con todo, Francia se ha convertido en ese miembro de la política internacional capaz de movilizar a toda la comunidad internacional en pos de una resolución en la Asamblea General de la ONU y, llegado el momento de la votación, abstenerse por un repentino cambio de opinión. ¿Por qué lo hace? La razón es bien sencilla: porque es Francia, y puede.

Cuando se juntan ese espíritu brabucón de viejo dueño terrateniente molesto por lo que cultiva la gente del pueblo en lo que antes eran sus campos de equitación, con un político megalomaniáco y capaz de comprometer todos los estamentos del Estado en pos de su adulación pública, pasan cosas como la Operación Turquesa. O como el recién intento de intervención militar en Mali.

Francia, como España, tiene nacionales secuestrados en territorio de Mali. El miércoles pasado, utilizando bandera del Estado tapón de Mauritania, tropas francesas y de dicho país se adentraron sin permiso en territorio malí con la pretensión de rescatar por la fuerza a su ciudadano. En un gesto que será valorado -muy valorado- por esa derecha universal, presa de la testosterona política, que indica que allá donde haya un nacional -uno de los nuestros- en apuros se ha de mandar todo el equipo armamentístico local y subsanar el atropello independientemente de los daños colaterales, el derecho y todo lo que se ponga por delante, Sarkozy -aka SarkoStar- ha invadido Mali bajo bandera mauritana. Suponemos que eso de esconderse, para el ejército francés, es muy testicular y honra el servicio militar.

La operación ha sido un fracaso, no rescatando al secuestrado y matando a seis personas que, supuestamente, pertenecían al grupo terrorista de Al-Qaeda en el Magreb. Seis muertos que, todos los medios nos lo dirán, han formado parte de esos locos sin escrúpulos capaces de secuestrar y matar con tal de conseguir sus objetivos políticos. Como el Gobierno Francés, aparentemente.

Los grupos de Al-Qaeda en el Magreb crecen constantemente, según los expertos, enfrentándose a los estados de la zona y amenazando a los nacionales de países occidentales con sufrir ellos las penas que el mundo rico le impone al pueblo musulmán. Uno de los motivos para que este mensaje cale en la región es la aparente lucha contra la dominación occidental, contra el imperialismo sobre el mundo árabe o islámico -que no son lo mismo, pero en este caso se confunden. Pareciera que, una intervención militar de una potencia extranjera, antigua metrópoli colonizadora, que además se encubre tras el velo del gobierno títere de Mauritania, no hace sino reforzar la posición de los grupos de Al-Qaeda en la zona y justificar su presencia.

Este Gobierno Francés ya es un experto en saltarse límites estatales de sus antiguas colonias. Sarkozy ya se tomó la justicia por su mano y se plantó en Chad para sacar de la cárcel a un grupo de franceses y españoles acusados de secuestrar niños.

La intervención es un reto al principio de soberanía territorial de los Estados. Se alega que Mali no es capaz de controlar todo aquello que se realiza en su territorio y, por el bien de la seguridad internacional -es decir, de occidente- se les invade en operaciones relámpago, camuflados por bandera mauritana y con nula capacidad de respuesta. Y todo aun a pesar de que el ejército de Mali viene siendo asesorado por EE.UU. desde hace tiempo. Incluso en la guerra la honradez es tenida en cuenta y los motivos han de ser justificados. Esta invasión es una prueba más de que en esto de la política internacional el derecho no es lo que cuenta. Lo que cuenta es estar en el posicionamiento estratégico de quienes dominan el mundo. Si te llamas Mali o Serbia, tu soberanía territorial es algo que puede ser cuestionado, ya sea en nombre de la seguridad global o de los derechos humanos.

---
Actualización a 26 de Julio de 2010

La cadena de televisión Al-Jazeera ha confirmado que el rehén francés al que esta operación pretendía rescatar ha sido ejecutado. Esta vez, Sarkozy no tendrá su momento de gloria en el aeropuerto.

martes, julio 20, 2010

El retorno del capital africano

Durante años, cientos de miles de economistas han tratado de aventurar qué condiciones harían de África un continente valorado y capaz de generar su propio desarrollo sin dependencias económicas externas. Al menos, estas son las intenciones que dicen tener quienes, en el juego de la política económica, terminan por imponer el ajuste estructural y la reforma económica del Estado africano, aliviando su carga y potenciando al dios mercado como único generador de riqueza.

Pero el camino no funciona. Solución tras solución, los líderes del gobierno global hacen como que se sorprenden de su propio fracaso y dan paso a las mismas ideas en botes diferentes, en gran parte gracias al juego de las élites africanas, como bien señala Bayart. No hay plan económico que se pare a pensar cómo se desarrollaron a esas velocidades quienes hoy día dominan el mundo. En el ensayo Retirar la escalera, de Ha-Joon Chan, sí que se hace. En dicho ensayo, y sobre la base de investigar la Historia Económica de los países europeos, Chan defiende la necesidad de que los países pobres apliquen la misma serie de medidas estructurales –en esencia, aduaneras- que aplicaron los hoy dominadores, es decir, justo lo contrario que lo que pregona hoy día la OMC.

Sobre la base de un fuerte control aduanero, asegura Chan, los gobiernos serán capaces de proteger los mercados internos, primeros en generar riqueza, al tiempo que, a través del levantamiento del arancel, permiten la exportación de productos clave que su país no produce y necesita para seguir creciendo.

Pero no sólo de aduanas vive el crecimiento. Para que el mercado interno se desarrolle resulta imprescindible la generación de conocimiento. Chan nos cuenta la historia del robo de tecnologías entre los diferentes reinos europeos al inicio de la revolución industrial. Eran unos tiempos donde no existían las patentes mundiales que hoy existen, sino un férreo control sobre los pocos técnicos que conocían los avances. Así se generó, entre las coronas europeas, un comercio de expertos en telares y demás maquinaria vital para la economía nacional que llevó incluso al secuestro como si de la República de Corea del Norte y científicos japoneses se tratase.

Naturalmente, hoy el secuestro de expertos no estaría bien visto. Y en el comercio de éstos, es decir el mercado laboral, África no puede competir. África, por tanto, ha de generar su propio conocimiento o apoyarse en la generación de otros que, de manera solidaria, decidan aplicar la generación de tecnología a los problemas del desarrollo.

Las labores solidarias son importantes, sin duda, pero no generan cambios estructurales. O, al menos, éstos no han de depender exclusivamente de ellas. África, como decíamos, ha de ser capaz de generar su conocimiento propio y, aún más importante, ha de saber mantenerlo en casa.
Raro es el ámbito de las ciencias sociales, experimentales o matemáticas, o incluso en los ámbitos de la salud, la ingeniería o las humanidades, que no cuenten con una gran figura de origen africano. Lo que sí resulta raro es que esas figuras se hayan formado en Universidades africanas. Y lo que resulta casi imposible es que estas figuras decidan quedarse en su país de origen y formar a los nuevos estudiantes africanos.

El Día de África, el 25 de Mayo, en un discurso en el Instituto de Liderazgo que lleva su nombre, Tabo Mbeki pronunció una conferencia señalando a éste como el punto de partida para que África mejore. La creación de líderes científicos africanos en centros universitarios del continente y la capacidad de mantenerlos allí, en una época en la que no se estilan las prohibiciones de salir del país ni las retiradas injustificadas del pasaporte. Este es uno de los mayores retos que afrontan todos los países africanos y al que han de encontrar soluciones.

Dado que el derecho internacional de patente no va a ser derribado en un plazo de tiempo aceptable, pareciera que sólo a través de la generación de conocimiento propio se pueden forjar los ritmos de producción capaces de ser protegidos por una política aduanera agresiva y combativa con los preceptos de la OMC.

Desde fuera, además de apoyar cualquier iniciativa africana en este sentido, podemos hacer aún más. Además de los medios para investigar, uno de los motivos que fuerzan la salida de los investigadores africanos está en el prestigio profesional que residen en formar parte de una universidad europea, cualquiera que sea, en lugar de pertenecer a la mejor universidad africana. La comprensión de los ritmos del mundo universitario africano y la promoción de éstos como centros de investigación reconocidos puede suponer un cambio en la mentalidad del universitario africano y que éste vea la opción de quedarse en su universidad de formación como una alternativa atractiva aún a pesar de la limitación de medios que pudiera tener.

---
Si te interesa más sobre este tema, no dudes en consultar el análisis de Alex de Waal en African Arguments. Aquí lo tienes.

viernes, julio 16, 2010

El choque de los fundamentalismos, de Tariq Ali

No hay como que un evento o problema de política internacional salga a la escena de los telediarios durante un par de meses para que, en pocas semanas, las estanterías de las librerías se llenen de miles de obras sobre el tema. La inmensa mayoría son traducciones, hechas con mejor o peor suerte, de libros que en su idioma original ya no pintan nada.

El polvo de las torres gemelas aún no se había asentado, ni sabíamos qué nos estaría esperando al pasar la tormenta, cuando aparecieron millones de obras sobre el Islam, el fin de la Guerra Fría, el terrorismo internacional y cualesquiera cuestiones que mínimamente tuvieran que ver. Uno siempre tiene menos tiempo para leer del que le gustaría y realiza compras de libros sobre actualidad internacional que termina leyendo muchos años más tarde, cuando esa actualidad ya está putrefacta para los medios de comunicación tradicionales y lo único que persiste es el interés personal. Hemos de añadir que estas compras se han de realizar afinando mucho porque si se falla en la elección de los libros, terminas acumulando papeles y más papeles que podrían denominarse infumable. A veces se gana y a veces se pierde. En el caso que hoy nos ocupa, se gana, ya lo creo que se gana.

Titulado de manera provocadora El choque de los fundamentalismos, en clara referencia al Choque de civilizaciones de Samuel P. Hungtinton, el libro de Tariq Ali nos traslada a la historia de Pakistán y, en su conjunto, de aquella región de Asia del Sur que ha sido el punto de partida de los problemas de terrorismo internacional y que aún juega un papel no poco importante en la seguridad global.

La tesis de Hungtinton nos situaba en un mundo en donde las identidades están en conflicto. Finalizado el conflicto ideológico-identitario con la victoria del capitalismo sobre el comunismo, Hungtinton nos situaba en un mundo en el cual los bloques internacionales se conformarían a través de las civilizaciones o identidades, entendidas como conjuntos amplios e integradores que tenían la voluntad de diferenciarse de las demás. Esta tesis fue publicada en 1993 y permaneció dormida durante mucho tiempo por su incapacidad para explicar los cambios internacionales tras el fin de la Guerra Fría. Sin embargo tuvo un largo recorrido y se la consideró explicativa de los atentados del 11 de Septiembre. En realidad fue la Administración Bush la que recurrió a esta teoría para justificar su doctrina sobre política exterior y dar una explicación simple y sencilla a sus seguidores. Se convirtió en tal predicamento que incluso aquellos que dicen representar la otra orilla en la política internacional han terminado por abrazarla sólo para llevarle la contraria en otro error de estrategia política.

Sea como fuere, Tariq Ali escribió este libro para proporcionar otra explicación de lo que había sucedido el 11 de Septiembre en EEUU. Y lo hizo como cabría esperar del editor de New Left Review, analizando las relaciones de poder y la manipulación de la política interna de los Estados de Asia del Sur por parte de los gobiernos de Washington.

Siguiendo su profesión de historiador, Tariq Ali nos muestra las diferentes agrupaciones políticas y tensiones existentes en la región que, a finales de los años 40, se independizó de su colonizador británico. Ali nos dibuja una región siempre supeditada a los designios o controles realizados por la potencia de turno. Mientras en el mundo que surge en el siglo XIX, y hasta mediados del XX, Gran Bretaña controla directamente los territorios, es en la segunda mitad del siglo pasado cuando EEUU se convierte en el nuevo colonizador.

La diferencia, nos insinúa Ali, está en que el control que ejerce EEUU es un control policial. Establece normas para la creación de gobiernos e incluso de países enteros en la región y proporciona apoyos definitivos a los grupos políticos internos que más le favorecen en determinado momento. La construcción del país, de las libertades o la garantía de los Derechos Humanos son pasadas por alto a cambio de que el gobierno de turno se deje dirigir por Washington. En actitudes que recuerdan a las de la transición Española, donde el gobierno socialista terminó por ceder en los 80 en todas las cuestiones fundamentales a cambio de permanecer en el poder y ser él quien resituara al Estado tras la dictadura, los gobiernos de Pakistán han vivido rodeados de la presión interna de sus ciudadanos y unos señores con chaqueta, corbata y pasaporte para salir del país en cuanto quisieran que hacían señales con la cabeza para permitir o impedir cualquier reforma.

No nos engañemos, el muy interesante libro de Ali pudiera parecer la historia de un solo país, de Pakistán, y como tal estaría muy bien explicada. Incluso, por momentos, pareciera la historia pakistaní contada desde su punto de vista y a base de experiencias personales. Sin embargo, lo que trasciende a la obra, la tesis del autor, consiste en la explicación de cómo EEUU ejerce un control sobre gobierno y oposición que modula a través de la concesión de su definitivo apoyo o repudio de según qué programa. Así, han sido los gobiernos de Washington, afirma Ali, los que terminaron apoyando a unos políticos que refugiaban en la identidad religiosa sus programas políticos de enfrentamiento y lucha armada a los políticos de carácter moderado pero reformistas. Fue el apoyo de Washington el que mantuvo a Pakistán como un Estado Feudal, el que jugó a dar espacios políticos a los clérigos radicales o al clan familiar de los Butho –cuyo control de la tierra cultivable en el país nada tiene que envidiar al de los Virreyes de las Américas de los siglos del Imperio Español. Han sido los mismos norteamericanos, en definitiva, quienes han ayudado a crecer a los grupos radicales que, organizados, han perpetrado acciones terroristas contra intereses económicos y ciudadanos estadounidenses.

Por último, Tariq Ali ve en esta forma de actuar una continuación de las tácticas capitalistas de utilización de los recursos del Estado en pos del mantenimiento comercial. Como si hubiera querido poner esta tesis de actualidad, el ya expresidente de la República Alemana, Horst Köhler, tuvo que dimitir por un comentario sobre la justificación económica de la presencia de tropas alemanas en Afganistán. Es todo esto lo que está consiguiendo el modo de actuar del capitalismo histórico, nos dice Ali, y es todo esto lo que provoca los problemas de seguridad que, a base de cañonazos y bonitos discursos, tratan de camuflar.

_ _ _

Tariq Ali, pakistaní nacido en 1943, es historiador, aunque también se ha dedicado al cine y a la escritura de novelas. Habitualmente escribe en The Guardian o London Review of Books. Además, es editor y colaborador de New Left Review, una revista de carácter científico-social inspirada en la ortodoxia marxista. Su libro El choque de los fundamentalismos. Cruzadas, Yihad y Modernidad fue escrito en 2002 y publicado en España en el mismo año por Alianza Editorial.

lunes, julio 05, 2010

Cumbres de poder

En 2005 aparentemente el futuro de África Subsahariana se jugaba en una localidad escocesa que estaba situada a 6.500 Km. En Gleneagles se celebraba, en junio de ese año, una cumbre del G8. Pero lo que podría haber parecido una cumbre más, se presentaba como un punto de inflexión en la política de ayuda al desarrollo.

Toda cumbre internacional viene precedida de sus respectivas reuniones donde verdaderamente se negocian los acuerdos que más tarde se anuncian. Cuando los líderes políticos de los ocho países más influyentes del mundo se reunieron en Gleneagles los comunicados de prensa ya estaban escritos: rotundo éxito de la gestión internacional. El principal caballo de batalla de esta cumbre fue la condonación de la deuda externa para los 18 Países Pobres Muy Endeudados (HIPIC por sus siglas en inglés). La lógica de esta solución para el desarrollo de los HIPIC y la mejora de la calidad de vida de sus ciudadanos consistía en la cancelación de su deuda contraída con el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Africano de Desarrollo, combinado con el aumento de la Ayuda Oficial al Desarrollo y la inversión en salud y educación. O mejor dicho, con la duplicación del monto total destinado por el G8 para este fin, de 50.000 millones a 100.000 millones de dólares.

Sin embargo, lo que aparentaba ser la cumbre del poder más solidaria de la historia se veía amenazada por la sociedad civil global. Diversos grupos de presión reclamaban un cambio de sistema con un mensaje político directo a la mandíbula del poder internacional. Hacer que la pobreza pase a la Historia fue una campaña a nivel global que pretendía movilizar en dos manifestaciones, una en Edimburgo y otra en la misma Gleneagles, a cientos de miles de personas en pos de reclamar el cambio del sistema internacional de cooperación al desarrollo.

Sus pretensiones consistían en cambiar el sistema de comercio actual por uno en el que los países pudieran decidir libremente su política comercial sin restricciones impuestas por la OMC. Exigían una verdadera cancelación del 100% de la deuda, que impide levantar la pobreza extrema y que ahoga a los países más pobres, además de una reestructuración en las relaciones políticas y económicas. En definitiva, proponían un nuevo modelo de ayuda al desarrollo que permitiera la erradicación de la pobreza frente a los modelos imperantes en la actualidad, que no hacen más que tapar de buenas intenciones las artimañas empresariales de multinacionales y que fortalecen las relaciones de riqueza-pobreza existentes. Exigían que la cumbre no fuera una casa más, sólo armada de fachada, en esta estructura internacional de la post-guerra fría.

Ambas manifestaciones fueron todo un éxito. Reunir a cientos de miles de personas por las calles de Edimburgo un 2 de Julio era un mensaje claro hacia los políticos: estamos aquí y no nos moveréis hasta que algo cambie en la política global. Sin embargo, la pelea entre el inmovilismo y el cambio no se jugó ni en las calles ni en los despachos. Se jugó en la televisión.

Para que el mensaje de la campaña tuviera éxito, se multiplicara y llegara a agobiar a los líderes políticos era imprescindible contar con repercusión en los medios de comunicación británicos, por ser los anfitriones. Fue aquí cuando surgió la figura de Bob Geldof. Este ex-cantante irlandés había reunido en 1985 a varios artistas de la élite del pop con el fin de realizar un concierto que recaudara dinero para paliar la hambruna en una Etiopía arrasada por la guerra. Utilizando como icono la imagen de una niña etíope, Geldof movilizó las conciencias de cientos de miles de personas y envió el dinero a través de la ayuda humanitaria internacional. Una campaña que fue vendida como un éxito.

En 2005, cuando se cumplían 20 años de la campaña y el G8 se iba a reunir con este tema estrella sobre la mesa, el gobierno del británico Tony Blair, a través de su jefe de prensa, íntimo amigo de Geldof, le propuso realizar un nuevo concierto solidario. Vendiendo una imagen de éxito a través de casos como el de la niña etíope utilizada en la campaña del 85, de la que se dijo que había sobrevivido y estudiado gracias a estos conciertos -cuando en realidad fue el fotógrafo que realizó la famosa imagen quien pagó su tratamiento y sus estudios-, se reunieron esfuerzos económicos, sociales y se vencieron resistencias artísticas -juntando a los Pink Floyd de nuevo. Todo por el bien de África, decían.

Los conciertos se celebraron, en concreto el primero coincidió con la manifestación de Edimburgo. Mientras 250.000 personas se manifestaban exigiendo a los políticos un cambio de sistema, todas las cámaras y focos atendían a un concierto de grandes estrellas del pop que reclamaban dinero de los ciudadanos para solucionar lo que los políticos rompen. La segunda manifestación, la de Gleneagles, coincidió también con el segundo concierto, acaparando éste a los medios de comunicación y volviendo a rebajar la tensión política sobre el G8.

Y así, mientras U2, Coldplay, Dido, Pink Floyd, REM o Madonna incrementaban hasta en un 120% las ventas de sus discos a causa del concierto, los políticos se refugiaron de las exigencias políticas de la ciudadanía global a través de una campaña dirigida por el 10 de Downing Street.