AVISO

lunes, julio 05, 2010

Cumbres de poder

En 2005 aparentemente el futuro de África Subsahariana se jugaba en una localidad escocesa que estaba situada a 6.500 Km. En Gleneagles se celebraba, en junio de ese año, una cumbre del G8. Pero lo que podría haber parecido una cumbre más, se presentaba como un punto de inflexión en la política de ayuda al desarrollo.

Toda cumbre internacional viene precedida de sus respectivas reuniones donde verdaderamente se negocian los acuerdos que más tarde se anuncian. Cuando los líderes políticos de los ocho países más influyentes del mundo se reunieron en Gleneagles los comunicados de prensa ya estaban escritos: rotundo éxito de la gestión internacional. El principal caballo de batalla de esta cumbre fue la condonación de la deuda externa para los 18 Países Pobres Muy Endeudados (HIPIC por sus siglas en inglés). La lógica de esta solución para el desarrollo de los HIPIC y la mejora de la calidad de vida de sus ciudadanos consistía en la cancelación de su deuda contraída con el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Africano de Desarrollo, combinado con el aumento de la Ayuda Oficial al Desarrollo y la inversión en salud y educación. O mejor dicho, con la duplicación del monto total destinado por el G8 para este fin, de 50.000 millones a 100.000 millones de dólares.

Sin embargo, lo que aparentaba ser la cumbre del poder más solidaria de la historia se veía amenazada por la sociedad civil global. Diversos grupos de presión reclamaban un cambio de sistema con un mensaje político directo a la mandíbula del poder internacional. Hacer que la pobreza pase a la Historia fue una campaña a nivel global que pretendía movilizar en dos manifestaciones, una en Edimburgo y otra en la misma Gleneagles, a cientos de miles de personas en pos de reclamar el cambio del sistema internacional de cooperación al desarrollo.

Sus pretensiones consistían en cambiar el sistema de comercio actual por uno en el que los países pudieran decidir libremente su política comercial sin restricciones impuestas por la OMC. Exigían una verdadera cancelación del 100% de la deuda, que impide levantar la pobreza extrema y que ahoga a los países más pobres, además de una reestructuración en las relaciones políticas y económicas. En definitiva, proponían un nuevo modelo de ayuda al desarrollo que permitiera la erradicación de la pobreza frente a los modelos imperantes en la actualidad, que no hacen más que tapar de buenas intenciones las artimañas empresariales de multinacionales y que fortalecen las relaciones de riqueza-pobreza existentes. Exigían que la cumbre no fuera una casa más, sólo armada de fachada, en esta estructura internacional de la post-guerra fría.

Ambas manifestaciones fueron todo un éxito. Reunir a cientos de miles de personas por las calles de Edimburgo un 2 de Julio era un mensaje claro hacia los políticos: estamos aquí y no nos moveréis hasta que algo cambie en la política global. Sin embargo, la pelea entre el inmovilismo y el cambio no se jugó ni en las calles ni en los despachos. Se jugó en la televisión.

Para que el mensaje de la campaña tuviera éxito, se multiplicara y llegara a agobiar a los líderes políticos era imprescindible contar con repercusión en los medios de comunicación británicos, por ser los anfitriones. Fue aquí cuando surgió la figura de Bob Geldof. Este ex-cantante irlandés había reunido en 1985 a varios artistas de la élite del pop con el fin de realizar un concierto que recaudara dinero para paliar la hambruna en una Etiopía arrasada por la guerra. Utilizando como icono la imagen de una niña etíope, Geldof movilizó las conciencias de cientos de miles de personas y envió el dinero a través de la ayuda humanitaria internacional. Una campaña que fue vendida como un éxito.

En 2005, cuando se cumplían 20 años de la campaña y el G8 se iba a reunir con este tema estrella sobre la mesa, el gobierno del británico Tony Blair, a través de su jefe de prensa, íntimo amigo de Geldof, le propuso realizar un nuevo concierto solidario. Vendiendo una imagen de éxito a través de casos como el de la niña etíope utilizada en la campaña del 85, de la que se dijo que había sobrevivido y estudiado gracias a estos conciertos -cuando en realidad fue el fotógrafo que realizó la famosa imagen quien pagó su tratamiento y sus estudios-, se reunieron esfuerzos económicos, sociales y se vencieron resistencias artísticas -juntando a los Pink Floyd de nuevo. Todo por el bien de África, decían.

Los conciertos se celebraron, en concreto el primero coincidió con la manifestación de Edimburgo. Mientras 250.000 personas se manifestaban exigiendo a los políticos un cambio de sistema, todas las cámaras y focos atendían a un concierto de grandes estrellas del pop que reclamaban dinero de los ciudadanos para solucionar lo que los políticos rompen. La segunda manifestación, la de Gleneagles, coincidió también con el segundo concierto, acaparando éste a los medios de comunicación y volviendo a rebajar la tensión política sobre el G8.

Y así, mientras U2, Coldplay, Dido, Pink Floyd, REM o Madonna incrementaban hasta en un 120% las ventas de sus discos a causa del concierto, los políticos se refugiaron de las exigencias políticas de la ciudadanía global a través de una campaña dirigida por el 10 de Downing Street.

4 comentarios:

Harry Reddish dijo...

Segunda vez en el día que tengo el placer de leerte en mis horas de solaz y asueto. Pues qué quieres que te diga, que no puedo estar más de acuerdo contigo en el análisis.
¿Que por qué razón le interesa al Primer Mundo ser solidario con el Tercer Mundo? (lo siento, pero estoy cansado de eufemismos como países en vías de desarrollo... desarrollo ¿de qué?) ¿Que por qué razón tienen que pagar los trabajadores del Primer Mundo lo que luego se gastan los caciques del Tercer Mundo? ¿que por qué los gobiernos del Primer Mundo tienen que ver refrendadas sus decisiones geopolíticas por una supuesta "ciudadanía global"?
La verdad es que no entiendo nada de nada, y cada vez me encuentro más perdido...

Salud

Fernando Díaz | elsituacionista dijo...

Harry, vayamos por partes.

Sí, se puede hablar de Tercer Mundo. Para mí no es un adjetivo peyorativo -sólo hay que recordar los libros sobre el tercermundismo del difunto Roberto Mesa- sino un adjetivo calificativo que escenifica una forma diferente de hacer las cosas, de hacer política. Es por eso mismamente que tu uso no es el adecuado, pues los países del Sur ya no proponen nada fuera del límite neoliberal del Primer Mundo -y del Segundo leímos la esquela hará unos 20 años ya.

Sobre el por qué se coopera. Te podría decir que este comentario amerita una entrada, pero ya la hice. Si sigues la etiqueta de cooperación al desarrollo, encontrarás una entrada que se titula El día del cooperante. Te resumo su tesis: cooperamos porque es una norma internacional, los Estados se han obligado a ella por motivos históricos y políticos y, además, cumple las funciones de control administrativo del Norte sobre el Sur. Una herramienta más de la gobernabilidad global.

Un abrazo, y un placer verte por aquí. Ahora más que nunca.

Harry Reddish dijo...

Ya leí aquella entrada en su día (siempre te/os leo) y no recuerdo si comenté o no comenté (en el caso de comentar lo haría por llevarte la contraria y en el de no comentar porque estaría de acuerdo o porque no encontraría las palabras para llevarte la contraria).
Tanto tiempo llevándote la contraria por mero placer que ya ni sé ni dónde me ubico...

Por partes,
1. de lo leído del difunto y refiriéndose al concepto del "no alineamiento", completamente de acuerdo (cada quién utiliza los conceptos como le plazca, y en este caso, le plugo), pero en esencia el término acuñado por Sauvy, se refería a un plano meramente socio-económico, no a una forma de hacer alternativa a la dialéctica de bloques, en tanto que los mencionados países eran meras piezas del juego bipolar. Luego vinieron los flipados de la CEPAL, más algún jesuita de la liberación, y montaron todo su corpus ideológico alternativo, que no es más que pura retórica, tal y como se ha demostrado en la experiencia de la región (ya ni hablamos de África, ni Asia, ni del mundo Árabe porque se fotocopiaron los manuales).
La utilización del término no es incorrecta del todo si nos atenemos a las fuentes originales.
2. He de reconocer que utilicé el término de marras de manera ofensiva y etnocéntrica, a propósito y con muy mala leche. Y te preguntarás, ¿por qué tanto rencor? Quizás no haya nacido para la objetividad ni para el análisis científico. Hay días en que uno se deja llevar por lo que ve, otros días por lo que a uno le molesta, otros días por lo que le gusta y así nace el inconformismo y el "todo es una mierda".
No sé cuándo comencé a ser así, ni tampoco sé si es mi habitual manera de llevar la contraria por sistema, sin embargo, tras año y medio de vivir acá, como uno más, lejos de la vida loca del expatriado (etapa que también viví) y a pesar de llevar una vida de "privilegiado", me he vuelto bastante pesimista y descreído.
Recuerdo cuando decías de los tres que uno era el desengañado, otro el escéptico y yo el convencido. Ahora no sabría decirte en qué categoría entro.
Me gustaría poder hacer algo más, pero no sé ni dónde, ni cómo. Soy bastante pasional para el análisis y demasiado cauto para la acción.
3. Con respecto a lo del por qué se coopera, no puedo estar más de acuerdo contigo. Quizás lo que habría que debatir es si el modelo de desarrollo planteado es realmente el que quieren para sí los países sobre los que recae la ayuda o por el contrario, la forma en que está planteada la cooperación es coherente con los fines que persigue, cosa que a mi modo de ver, es el principal problema de la bendita/maldita cooperación.

Vaya parrafada te he metido, y quizás hubiera sido mejor hablarlo, pero con lo desordenados que tengo los pensamientos me da a mí que no hubiera sido capaz de emitir algo inteligible.
Un abrazo fuerte, como siempre y espero y deseo fervientemente que podamos arreglar el mundo juntos

Salud

Fernando Díaz | elsituacionista dijo...

Harry, me parece bien que lleves la contraria. Me extrañaría que no lo hicieras.

Creo que te estás acercando peligrosamente a la categoría de cínico. Eso me preocupa en lo personal y en lo profesional.

Sobre el concepto tercermundista, me es igual su génesis. Sólo te decía que bien puede ser utilizado de manera positiva y que yo lo utilizo en dicho modo. Pero ya sabes que yo soy de hacer grandes esfuerzos que sirven para poco.

Salud.