Las nuevas guerras en el mundo global
sábado, febrero 28, 2009
Manual para unas elecciones libres
Las nuevas guerras en el mundo global
jueves, febrero 26, 2009
Ciencia de no ficción
Desecar un mar como el Mediterráneo para establecer tierras de cultivo como imaginó Dick no sería lógico en el mundo real. ¿Para qué hacerlo cuando tienes un continente un poco más abajo con un gran cartel de “En Venta” colgado del cuello?
A través de un blog que sigo desde hace no mucho pero que encuentro tremendamente interesante por su gran labor de difusión, África en el mundo, me termino de enterar de una noticia de la que había leído poco pero que me parecía tremendamente interesante. Ya hace días que vienen sucediéndose disturbios en Madagascar. Allí, una oposición campesina bien organizada se enfrenta al gobierno de Marc Ravalomanana por permitir que empresas coreanas como Daewoo compren hasta un 40% del territorio cultivable del país para dedicarlo exclusivamente a la agricultura de exportación.
Conocía a Marc Ravalomanana en
Sin embargo, parece que ante la presión del gran concepto moderno como es
Y todo esto, me dirán Uds., porque unas empresas ejercen su libre opción de compra sobre unos terrenos en venta y porque, además, ejercen su libre decisión de dedicar sus cultivos al mercado internacional en lugar de a los mercados internos. Todo esto porque, según estiman los gurús de la ciencia económica internacional, se cumplen las predicciones liberales y se ajustan los mercados. En la división internacional del trabajo que se promueve desde diversas instituciones internacionales y que los gobiernos africanos parecen empeñados en aceptar –véase la creación del NEPAD en un ejercicio de extraversión inigualable-, cada país se volvería rico produciendo aquello para lo que esté especialmente preparado.
En el caso del Madagascar post-Daewoo, pareciera que su especialidad sería el cultivo y el comercio de grano transgénico. Algo que seguramente no podría ser especialidad de ningún otro país. Además, Madagascar compraría su maíz transgénico a las empresas transnacionales, ancladas en otro país que se dedicaría al I+D de estos productos.
Bien, claro. Aquí nos encontramos a Madagascar, introduciendo grano transgénico en un mercado internacional ávido del mismo para consumo humano y para biocombustibles. Le pagarían bien, cabría pensar. Sin embargo el precio del grano de Madagascar, como el de todos los productos agrícolas, se decide en las bolsas de Nueva York, Londres o Frankfurt, lugares donde no suele haber grandes fortunas provenientes de Madagascar que potencien la venta a precios altos. Allí, en las bolsas, lo que suele haber son cárteles de inversores que deciden cuánto estarían dispuestos a pagar por la cosecha según intereses puramente especulativos y en absoluto siguiendo los criterios de libre mercado que avalan la conversión de Madagascar en una potencia del grano.
Está bien. El problema entonces sería que la información de los mercados y el acceso a los mismos no es igual acceso a todos. ¿Significa esto que una vez solucionado dicho problema Madagascar puede convertirse tranquilamente en productor de grano transgénico y crecer, crecer y crecer económicamente hasta que alcance el nivel de los países occidentales y el punto de equilibrio del mercado? Para los economistas liberales, sí. Para cualquier persona con un mínimo sentido común, no. Pero, como bien decía mi profesor de Economía Política “esto es ciencia económica, no sentido común”.
Como bien señala Reinert en su libro La globalización de la pobreza, una persona que fabrique ordenadores y otra que cultive arroz, jamás llegarán a poseer sueldos siquiera similares por mucho que los gurús liberales nos quieran hacer creer lo contrario. Madagascar no podría, ni en un millón de años, igualar las ganancias del señor Bill Gates, pues el trabajo de este tipo ha estado rodeado de un importante valor añadido llamado conocimiento o tecnología, mientras que el trabajo a realizar por Madagascar llevaría apenas valor añadido y la tecnología que en él hay presente –la semilla transgénica- sería conceptualizada y comercializada desde fuera del país, es decir, enriqueciendo a otro.
Por el bien del pueblo de Madagascar, esperamos que la revuelta organizada por Vía Campesina triunfe de un modo u otro y consiga cancelarse esas ventas de tierras a las empresas coreanas. Madagascar no ganaría nada con ello, pero sí evitaría perder aún más.
lunes, febrero 23, 2009
Imagining the Congo, de Kevin C. Dunn (II)
El discurso de Mobutu fue el primer discurso surgido de la tierra congoleña en introducirse en las redes discursivas occidentales. Esto fue posible por su disposición de medios, antes no conocida por congoleño alguno. Desde su púlpito, Mobutu inició la llamada campaña de “Autenticidad”, borrando toda reseña colonial de la región. Obligando a africanizar los nombres de sus propios ciudadanos, impidiendo los nombres en francés, él mismo se cambió de Joseph Mobutu a Mobutu Sesee Seco, renombrando el río y el país, al que se pasó a denominar Zaire. Esta política tuvo mucho éxito en la naciente ideología del tercermundismo, pues era vista como un barrido con la historia colonial. Sin embargo la política de “Autenticidad” se fue transformando poco a poco en una política de culto a la personalidad de Mobutu, en el mobutismo. Emergiendo como la figura responsable de todo el orden y estableciendo una privatización del Estado zaireño, Mobutu se hizo con el control del Estado. En los discursos encaminados a las potencias occidentales, Mobutu reforzó la imagen que de él tenían los EEUU. Asegurando la estabilidad de Zaire, EEUU le consideraba el mayor aliado en la zona.
La llegada de los 90 propiciará cambios importantes en la zona. El fin de la Guerra Fría hace que EEUU pierda su interés en la zona y provoca que, en el plano internacional, sean los DDHH y no los intereses nacionales de cada país, los encargados de juzgar a los regímenes. Con los acontecimientos del genocidio de Ruanda, EEUU volverá a mostrar a Mobutu como su aliado en la zona, reforzando sus lazos y regresando a la dicotomía Mobutu o el caos. Sin embargo, otra imagen dominará la región desde mediados de los 90. Es la imagen del cáncer. Cáncer que sufría Mobutu y por el que morirá en 1997, cáncer para el Zaire que era considerado Mobutu, que será derrocado por la rebelión de Kabila, y cáncer del mobutismo zaireño para el nuevo régimen de DDHH y desarrollo en la región.
La política de la región en los 90 dejará de moverse exclusivamente por motivaciones internacionales, y pasará a una regionalización de la misma. En ella, las relaciones del régimen de Mobutu con Uganda, Burundi, Ruanda, Sudán, Angola o Zimbabwe, determinarán los apoyos de uno y otro bando. Kabila logrará movilizar a las tropas del este con el apoyo de Ruanda y Uganda, haciéndose con el control del país en poco tiempo. El discurso que Kabila ofrecerá será el de un regreso a las políticas lumumbistas, la demonización de Mobutu y el restablecimiento de la identidad congoleña. Se recuperará la bandera premobutista y se renombrará al país como República Democrática del Congo. Sin embargo, un nuevo elemento del discurso terminará por hacer más complejo el conflicto. Mobutu, antes de caer, llevó a cabo unas reformas de pretendida democratización, adaptando formalmente su régimen a los requisitos de la comunidad internacional. Se creó un Parlamento del que salió una lucha regional en Kivu. Mobutu cometió el error de crear una lucha entre diferentes etnias, y eso provocó el levantamiento de fuerzas identitarias que él no controlaba. Kabila, haciéndose fuerte en estas relaciones de identidad logró el apoyo necesario para hacerse con el poder. Sin embargo, el propio Kabila llevó una política de régimen étnico, lo que provocó su salida y su asesinato por no beneficiar a aquellas etnias apoyadas por Uganda y Ruanda.
El discurso del Nuevo Barbarismo ha vuelto a tomar los acontecimientos del Congo, como siempre se ha hecho a lo largo de la historia, como paradigma de la política africana. Según esta explicación simplista, lo africano no es susceptible de ser democratizado, de ser modernizado y, por tanto, no merece la pena actuar para con ello.
miércoles, febrero 18, 2009
Imagining the Congo, de Kevin C. Dunn (I)
El proceso tardío de colonización del Congo implicó la creación misma del espacio físico de la colonia. Antes de llegar los europeos, la región del Congo no mantenía ninguna estructura institucional común. Los europeos, en concreto Leopoldo II y Stanley, fueron los que crearon una identidad espacial, delimitada con fronteras, donde se homogeneizó a todas las poblaciones africanas que en él residían. La “ciudadanía” congoleña, por tanto creada por los belgas, fue concebida como incapaz de ser realizada o desarrollada por las poblaciones africanas. Al africano se le concibo como un ser más animal que humano, materialista y de él surgieron dos imágenes realmente importantes en la historia del Congo. Se le feminizó, es decir, se le adjudicaron los elementos que la identidad europea otorgaba a las mujeres, por tanto eran incapaces de salvarse a sí mismos, debían ser salvados. Por otra parte, eran conceptualizados como un “hijo” lo que establece a los europeos como “padres” que han de guiar a su hijo por el buen camino. Estas dos imágenes van a resultar muy importantes, y podemos rastrear su presencia a lo largo de todos los discursos occidentales, no sólo sobre el Congo, sino sobre toda África.
El Rey Leopoldo II consiguió, a su vez, la creación de una identidad nacional belga en el espejo de la identidad congoleña. Bélgica se concebía a sí misma como una nación poderosa capaz de mantener un imperio en pié. Así mismo, y en el plano más materialista, Leopoldo II vio en la posesión de colonias la manera más rápida de desarrollar la economía belga, sustrayendo materias primas que, como el caucho, tenían una nueva importancia creciente. La intervención colonial belga fue duramente criticada por la campaña del Movimiento para la Reforma del Congo iniciado en Gran Bretaña. Este movimiento demuestra que, a pesar de las feroces críticas que se hizo a Bélgica por sus métodos colonizadores, no se planteaba ninguna crítica a las concepciones sobre los africanos. Leopoldo II se hace con la colonia en un intento de liberar a los africanos del yugo esclavista árabe (imagen femenina). Civilizando a estas poblaciones, las situaciones de esclavitud ya no se volverían a producir. Este discurso belga chocó con las denuncias de dicho Movimiento que, en su campaña del “Caucho Rojo”, denunció la brutalidad de los métodos empleados. Detrás de estas críticas no se escondía más que el rechazo al establecimiento del monopolio comercial belga en la región pues, cuando en la Conferencia de Berlín Leopoldo II logra el apoyo para legitimar su presencia en la zona, lo hace con la particularidad de no ser una colonia estatal, sino una colonia propiedad del rey, asociada a la Asociación Libre del Congo y con la obligación de establecer unos mecanismos que aseguraran la creación de una zona de libre comercio. Cuando la campaña del “Caucho Rojo” estalla, no lo hace para criticar la necesidad de civilizar el Congo, sino para criticar que el libre comercio se encuentra limitado.
Guerra Fría
Las Relaciones Internacionales en un mundo en transformación