AVISO

jueves, septiembre 22, 2011

Los retos de la democracia en la República de Guinea


Cuando preguntas en un grupo de personas de occidente por una idea asociada a la región de África Subsahariana, por regla general, siempre acaban siendo de las más nombradas dictadura, hambre y guerra. Tres calificativos que estructuran el pensamiento de esos lugares comunes, pero que no siempre fueron así. Hace un siglo, seguramente, lo más nombrado hubiera sido esclavitud, o salvajes. Esto refleja, cuanto menos, las dificultades del continente por sumarse al ritmo de la vida pública internacional, que no es más que una expansión mundial de la vida pública occidental. A día de hoy, si bien el epíteto de hambre sigue estando de actualidad por la realidad del Cuerno de África, tanto dictadura como guerra están en crisis. Y eso es una buena noticia.


Uno de los lugares donde la democracia se está abriendo paso a pesar de los años y años de dificultades políticas es Guinea Conakry, o República de Guinea. Este país, pionero de las independencias africanas, tuvo en Sékou Touré a su particular líder frente al colonialismo francés. Cuando París estableció su programa para incorporar a las colonias en una supuesta Francia intercontinental de pleno derecho, Touré y los guineanos fueron los primeros en negarse y en reclamar su derecho a ser libres. Como castigo a esta ansia de libertad, el país de la igualdad, la solidaridad y la fraternidad se marchó de Conakry de un día para otro, abandonando el país a su suerte. Los años fueron pasando y el líder independentista terminó por convertirse en cruel dictador, iniciando un estilo de gobierno que, con cambios en la jefatura del Estado, ha durado más de 50 años.

En 2008 la dictadura de Lasana Conté tocó a su fin cuando el militar murió -algo que también tuvo que pasar con Touré-, dando paso al control del país por parte de una Junta Militar liderada por Moussa Dadis Camara. Para entonces ya era evidente que el futuro del país pasaba por la apertura de un proceso de democratización, pero éste no llegó hasta que en enero de 2010, con la salida de Camara, se instaló en el poder una Junta Militar transitoria que conduzco, esta vez sí, a unas elecciones libres en noviembre de ese mismo año. La campaña electoral a la presidencia, disputada entre Alpha Conté y Cellou Dalein Diallo, estuvo fuertemente marcada por las diferencias étnicas entre malinké y peul, dos de los cuatro grupos étnicos predominantes en el país. Con la victoria de Conté la comunidad internacional, liderada en este caso por instituciones interafricanas como la CEDEAO, comenzó una retirada del país dando por concluido el proceso de transición. Pero 50 años de gobiernos dictatoriales no se olvidan en 11 meses.

Existe una parte del ejército guineano acostumbrado a llevar las riendas del país, a poder distribuir los recursos económicos según sus criterios, a no haber de rendir cuentas. Fue esta parte del ejército la que el pasado 19 de julio realizó un doble intento de atentado contra Condé. El Presidente salió ileso gracias en parte a que mantiene de su lado a la cúpula militar, convencida de la necesidad de emprender reformas en el seno del ejército. 

El atentado parecía haber dotado a Condé de un velo democrático a los ojos de la comunidad internacional. Velo que se veía reforzado al observar que su programa de gobierno se centra tanto en la buena gobernanza económica y financiera como en la dedicación presupuestaria a partidas que responden a demandas sociales, a la importación de alimentos y al aumento de la capacidad eléctrica del país. Sin embargo parece estar dando un giro en este ímpetu democratizador.

Durante el mes de agosto, Condé acusó a la oposición de ser los ideólogos del golpe de Estado contra su persona, y tras la primera reunión de su presidencia con los grupos de la oposición, rechazó una propuesta de éstos sobre la hoja de ruta guineana hacia una Asamblea legislativa que desarrolle los principios de la Constitución.

El proceso democrático guineano aún está por construir. Si bien la elección de Condé supuso el inicio de la transición, ésta sólo quedará bien encajada en la medida en que las elecciones legislativas y la posterior creación de la Asamblea se realicen con la participación de la sociedad civil, la incorporación de los diferentes grupos de la oposición y la ayuda y el control de la comunidad intrafricana. Pero Condé parece seguir sólo sus propios planes, proponiendo unas elecciones legislativas para el 29 de diciembre de este año. El anuncio de la fecha sorprendió a todos los actores debido a que, hasta el momento, la formalización del sistema electoral guineano se había mantenido en secreto por parte de Condé. Gran parte de la sociedad civil guineana, así como el Consejo Nacional de Transición, órgano legislativo provisional, han intentado mediar sin éxito y la fecha de finales de diciembre sigue vigente.

Por otro lado, Condé también está fomentando una politización de las etnias guineanas, generando enfrentamientos y conflictos sociales que no harán sino aumentar la tensión en diferentes partes del país en un momento transitorio en el que se requiere de la mayor capacidad posible de aunar diferentes fuerzas. 

En Guinea se dan las condiciones para que el régimen democrático se imponga sobre las divisiones y los intentos nepotistas y patrimonialistas de controlar el país. Pero acabar con un clima de dictadura política que dura más de 50 años no es tarea fácil y se necesita la voluntad de todos los actores, nacionales e internacionales. La comunidad intrafricana debe reaccionar a tiempo porque será ella quien tenga más que decir de entre todos los actores externos. El liderazgo africano en estas cuestiones ya es un hecho, como lo demuestra el protagonismo de los mediadores de la CEDEAO y de la Unión Africana durante las elecciones presidenciales de 2010. Sin embargo necesita de continuidad y de una extrema vigilancia y atención para evitar retrocesos en el camino democrático que repercutan en el sistema electoral guineano. Son estas instituciones africanas las mejor situadas para fomentar el diálogo entre el presidente y la oposición política de Guinea, para ayudar en la participación de la sociedad civil en la toma de decisiones y para facilitar la creación de una Asamblea que de verdad se gane el apellido de nacional, y que no esté dividida en cuestiones de carácter étnico. 

El protagonismo africano en los procesos democráticos del continente, tan mencionado en los papeles, está teniendo lugar en Guinea Conakry, en vivo y en directo. Y las instituciones africanas saben que lo que se juegan no es sólo el futuro de un país de la región occidental, sino su posición de poder frente a unas exmetrópolis, como Francia, que están deseosas de poder retomar el control sin intermediarios.