AVISO

jueves, septiembre 21, 2006

... y los sueños, sueños ¿son?

Este viernes 22 de Septiembre La 2 de Televisión Española emitirá por la noche el documental La Pesadilla de Darwin. Para quien no la viera durante su corta permanencia en la cartelera de este país es un muy buen momento para hacerlo. El documental está rodado en las inmediaciones del Lago Victoria y cuenta la historia de cómo en este lugar se introdujo una especie invasora, la Perca del Nilo, con el fin de hacer crecer la industria de la pesca.

Pero no se engañen, no es un documental sobre naturaleza. Desde el desastre medioambiental que supuso la introducción de ese pez en aguas que no eran las suyas el cineasta Hubert Sauper logra reflejar el modo de vida de unas poblaciones conducidas a la miseria por parte de gobiernos extranjeros y propios. La película remueve conciencias y, lo que es más importante, estómagos. Ver al representante de la Unión Europea decir que están contentos con los avances en la calidad del pescado que se importa al continente y, minutos más tarde, ver las consecuencias de esa industria pesquera en la alimentación de las poblaciones te hace mirar la etiqueta de cualquier pez congelado que uno compre. Se habla de naturaleza, de comercio, de armas, de guerra, de desastres ecológicos, de vidas desperdiciadas por no ser del color o de la nacionalidad que se debería ser. En definitiva, se habla de un lugar donde se cree nació el hombre y se refleja muy bien cómo nuestra especie puede acabar. Es la pesadilla del hombre que creyó en la evolución de las especies, pues la nuestra ha involucionado.

Hace ya algún tiempo, una conocida mía que no sabía a qué quería dedicarse le dio por pensar que la Cooperación al Desarrollo era lo suyo. Pensando desde las buenas intenciones que ella tenía me preguntó cómo saber si el trabajo de cooperante iba a ser la horma de su zapato. Lejos de darla una charla sobre las bondades y las dificultades del trabajo en Desarrollo la invité a ver la película y que después se planteara qué hacer y qué no hacer en su vida. Desconozco si fue esto lo que la invitó a decidir, pero desde luego se decidió por buscar otros horizontes profesionales. Para aspirantes a cooperantes o no, para interesados en la política -nacional, internacional...-, para aquellos que tienen conciencia social y, especialmente, para aquellos cuya conciencia social no se ha desarrollado, para todos ellos mañana viernes será necesario quedar tarde con los amigos y ver antes la película que La 2 propone. Desde luego tendremos tema de que hablar para toda la noche.






lunes, septiembre 11, 2006

El 11S y el continente africano

Con tanto aniversario del 11S por parte de todos los medios no me queda más remedio que meterme en la vorágine informativa y hacer una pequeña ruptura en la narración de la historia congoleña para hablar de África y el 11S.

El hecho de que el continente africano sufra continuamente conflictos internos, así como la combinación de éstos con la fragilidad del Estado africano, hace de África un lugar central en la Seguridad Global y en la lucha antiterrorista que tanto EE.UU. como, en menor medida, la UE mantienen.

La fragilidad del Estado es una de las causas potenciales para la instalación de fenómenos de terrorismo internacional de tipo Al-Qaeda. Dicho tipo de organizaciones necesita de Estados que mantengan un mínimo de infraestructura y que al tiempo no sean capaces de controlar la seguridad interna, de mantener el monopolio de la violencia. En África dicho asentamiento viene siendo documentado desde hace tiempo. Así la presencia de Al-Qaeda se constata desde 1990 en Sudán hasta 2002 en las operaciones financieras con diamantes en la Liberia de Charles Taylor, pasando por Somalia en 1992 y 1993.

Existe una relación entre el surgimiento de este tipo de terrorismo en el continente africano y los problemas de pobreza, de falta de expectativas para la juventud y en especial de la pérdida de los valores tradicionales africanos. Sin embargo esta relación no es directa y en muchas ocasiones desvirtúa tanto el no-desarrollo de África como el mismo problema del terrorismo.

Otra de las posibles causas que explican el fenómeno del terrorismo internacional dentro del continente africano es la religión. El 40% de los africanos son musulmanes y, aunque la gran mayoría son de carácter moderado, existen organizaciones islámicas y comunidades que promocionan un tipo de islamismo radical y fomentador de la lucha contra occidente de corte wahabbista[1].

Desde los gobiernos africanos, esta relación terrorismo-pobreza está siendo agitada para la captación de mayores recursos internacionales para el desarrollo, desvirtuando, como antes se mencionaba, las verdaderas causas de la pobreza y del no-desarrollo. Tradicionalmente África no ha recibido fondos para la cooperación en términos de seguridad pero, tras el 11S, EE.UU. ha cambiado su política. Si la UE no ha modificado los objetivos a tratar, EE.UU. se ha preocupado de hacer de África un continente más seguro para sí mismo. El puesto de mando en Europa de los EE.UU. del que depende su relación de seguridad con África ha visto reforzadas sus infraestructuras. Estados africanos han visto como EE.UU. ha ofrecido colaborar en la formación e incluso en la creación de las capacidades de las fuerzas de seguridad africanas mediante dos iniciativas: Iniciativa para el Sahel (Mauritania, Malí, Chad y Níger) e Iniciativa Antiterrorista para el Este de África (Kenia, Uganda, Tanzania, Yibuti, Eritrea y Etiopía). Asimismo ha buscado la posibilidad de instalar bases militares en territorio africano colocando una en Yibuti y dirigiendo desde la costa del Índico la operación para el control del tráfico de armas en dicho océano.
Sin embargo más allá de los asuntos militares se debe mirar qué actuación se ha de tomar con los Estados Frágiles que resultan incapaces de controlar el terrorismo, ya sea de carácter local o global, alojado en sus territorios. Diversos autores defienden la tesis de que una mayor coordinación entre los países donantes y los receptores ayudaría al reforzamiento del Estado. Abandonar a los Estados Frágiles a su rumbo puede derivar en que sea un actor no estatal quien atraiga los recursos de la violencia que debieran ser estatales. Dicho actor será imprevisible en sus acciones e incontrolable por medios estrictamente militares.

Dentro de este contexto surge rápidamente la pregunta “¿Qué clase de cooperación se tiene con los Estados Frágiles?”. Da la impresión de que la actuación se ha de llevar a cabo con Estados Frágiles que gracias al terrorismo internacional han recuperado la importancia geoestratégica que habían perdido tras la Guerra Fría. Así tanto EE. UU. como la UE están potenciando la ayuda (al desarrollo o de seguridad) con los llamados Estados Tapones. Aquellos Estados que, por su proximidad geoestratégica actúan como taponadores de la inmigración, tráfico de armas, de droga, etc hacia el Norte. En definitiva, actúan como filtro de control de las potencias occidentales. Por otro lado se observa una aplicación de lo que se podría llamar el "Modelo Triple Frontera" –en referencia a lo sucedido en la frontera entre Brasil, Paraguay y Argentina- que implica la militarización y posterior control por parte del donante occidental de una zona rica en materias primas, alegando que es un supuesto refugio de terroristas internacionales.

Al mismo tiempo, centrar los debates sobre cooperación entre Norte y Sur en asuntos de Seguridad Global o en concreto de terrorismo, de clara importancia para el Norte pero de nula para el Sur, es ignorar las causas del no-desarrollo y olvidar la verdadera piedra sobre la que ha de sostenerse el modelo de desarrollo africano: la educación, la inversión en capital social y demás aspectos que ayudan a la reducción de la Pobreza, el mayor enemigo de todos.

Alegar que la lucha antiterrorista resulta importante para los Estados Frágiles sólo porque padezcan un terrorismo local, es centrar la solución del conflicto en términos militares y alejados, en la mayoría de los casos de la realidad. Un Estado Frágil pierde el monopolio de la violencia como consecuencia de un enfrentamiento con una banda armada que controla unos recursos. Ofrecer, en muchos casos, una salida “a la mozambiqueña”, esto es, ofrecer un espacio político a aquel que resta recursos al Estado para que pueda participar de un Estado con pleno control de los mismos, es una solución no basada en los principios de seguridad que se están imponiendo desde el Norte y por lo tanto negando las soluciones desde el Sur.

Para otro día, para otra entrada, quedará el análisis de los hechos acontecidos hace ya algún tiempo en Zimbabwe y más recientemente en Somalia. Algo que también tiene mucho que ver con la política norteamericana tras el 11S.

[1] Casos como el de la organización Ali-Shee en Kenia, que amenazó con provocar una guerra de independencia para una región keniata si el Estado no accedía a instaurar la sharia o la organización Al-Haramin, directamente financiada por Arabia Saudí, que promocionaba un islamismo radical y que, exceptuando en Somalia, ha sido casi controlada por los Estados Africanos y el mismo país árabe que antes la sostenía económicamente.

viernes, septiembre 08, 2006

Autenticité

Ver una foto de él es ver la representación colectiva que occidente tiene de un dirigente africano. Gorro de leopardo a juego con su chaqueta. Gafas de pasta de tamaño grande. Ceño fruncido y bastón de mando en una mano.

Mobutu Sese Seko fue un símbolo que gobernó el Congo empezados los 60 hasta finales de los 90. Se encargará de atrapar a Lumumba en la trampa de Katanga a pesar de que él mismo le había ascendido durante la crisis de la independencia. Vendiéndolo a los americanos, Mobutu empezará a parecer ante los ojos de Washington como el único capaz de gobernar el corazón de las tinieblas. Él era el único aliado de confianza en una zona donde la URSS ya estaba apoyando en la desestabilización –en Mozambique y Angola había guerrillas de sesgo comunista que luchaban contra los portugueses.

Cuando da el golpe de estado que le lleva a asumir el poder, Mobutu tiene la confianza de la administración norteamericana para imponer la ley y el orden en el Congo, pero le falta un carisma entre la población africana como el que tenía Lumumba. En 1966 empieza lo que llamó la política de autenticité. La premisa será la de acabar con cualquier retazo de la presencia colonial en el país. Para realizar esto se cambiarán los nombres de las ciudades –hasta ahora con nombres como Leopoldoville, Stanlyville, etc.- por nombres africanos –Kinshasa, Lubumbashi, Kananga, Goma, …-, se cambió el nombre del río y, por ende, del mismo país al que daba nombre. Ahora ya no hablaremos de Congo, sino de Zaïre. Incluso, Mobutu obligará a cambiar de nombre a todos sus ciudadanos. Imponiendo como norma que quien no cambiara su nombre colonial por otro africano perdería la ciudadanía y por tanto sus derechos, él mismo ejemplarizará con su cambio de nombre. Joseph Mobutu pasará a ser conocido desde entonces como Mobutu Sese Seko, o literalmente “Potentísimo Guerrero”.

Esta política de pérdida del sesgo colonial captó muchos elogios en el plano internacional tercermundista –no hay que olvidar que el tercermundismo estaba entonces imponiéndose como ideología alternativa a la política de bloques- hasta el punto de que se pasará por alto su sabida alineación con el bloque norteamericano y se le verá como uno de los grandes líderes de los no alineados. Mobutu gana el prestigio necesario para ser aceptado por los líderes africanos y del resto del mundo y decidirá potenciar aún más esta imagen cambiando la bandera de su país. Si hasta entonces la bandera de Congo había sido la bandera creada por los belgas, fondo azul celeste con siete estrellas doradas en referencia a las siete provincias que tenía el país, ahora se adoptará otra de un claro significado africanista. Por entonces la idea de que África debía unirse políticamente estaba muy presente y los discursos como los de Nkrumah llamando a las naciones africanas a unirse frente a los poderes neocoloniales se mostraban al mundo como un símbolo de rebeldía de las tierras oprimidas. El color de este símbolo fue el verde, y así se estableció que fuera la bandera de Zaïre. De fondo verde y con un círculo amarillo simbolizando el Sol de África, dentro del cual una mano –negra, por supuesto- sostenía la antorcha roja de la victoria.


Sin embargo le sigue faltando la fuerza interior que complemente su poderío militar. Para conseguirlo se adueñará del mito Lumumba y comenzará una discursiva de empatía con el extinto líder africano al que él mismo había ayudado a asesinar. Gracias a esto es capaz de atraerse o anular a la oposición política quedando sueltos los políticos más pragmáticos que para nada tenían en mente una revolución frente a occidente. Para estos Mobutu desarrollará lo que a la postre será su gran plan de construcción de Zaïre: la política patrimonialita. Privatizará todos los sectores del Estado poniéndolos en manos de familiares y gente afín a su causa.

Todo esto hizo de Mobutu el hombre capaz de construir la Nación zaïreña. De situar a su país en el centro de la escena tercermundista. De suponer el bastión de EEUU en la zona, capaz de crear grupos como el FNLA en Angola que se opusieran los comunistas. De sustentar y entrenar las rebeliones pro-occidentales que surgieron en África y de crear la dicotomía “o yo o el caos” ante los ojos de las distintas administraciones norteamericanas.