AVISO

miércoles, agosto 23, 2006

Katanga, 1960

Cuando en la década de los 50 un profesor belga propuso en un artículo un plan para la independencia del Congo Belga en poco más de 30 años todo el mundo se escandalizó. Los belgas se escandalizaron porque entendían que en 30 años no daba tiempo a educar a los cuadros necesarios –entiéndase afines- para el autogobierno. Los congoleños se escandalizaron porque la independencia debía y tenía que ser ya.

Así sucedió. En 1960 un nuevo país veía la luz. El Congo, liderado por un político nacionalista pero claramente partidario del bloque occidental en plena lucha de la Guerra Fría. Patricio Lumumba había conseguido destacar entre la amalgama de líderes congoleños. Había logrado el liderazgo tras su ímpetu en visitar cada región del país. Su estrategia de un Congo para los congoleños triunfó frente a líderes menos carismáticos que ofrecían discursos de proximidad a los belgas o de completa entrega a uno de los bloques que regían el orden internacional. Además, al recorrer infinidad de localidades –aún por muy pequeñas que éstas fuesen- Lumumba se hizo el candidato más conocido del vasto país africano.

La vida tranquila de un Congo independiente duró poco pues la región más rica de todo el país, Katanga, declaró su secesión apoyada por militares belgas. La joya de la corona del colonialismo belga había de ser conservada. Fue entonces cuando la política del Congo dio un brusco giro hacia lo que se dio en llamar una gran anarquía. La ONU realizó un polémico envío de tropas de interposición –polémico porque las mandó por primera y última vez en la historia la Asamblea General, órgano que no está habilitado para ello-, Bélgica hacía desplegarse a su cuerpo de paracaidistas y el mismo Secretario General de Naciones Unidas del momento, el sueco Dag Hammarskjöld, se encargó de mediar entre las partes. Dicho Secretario moriría en este país cuando un misil tierra-aire, que nunca se supo quién disparó, derribó su avión en mitad de la selva.

Lumumba acudió a Nueva York con el doble fin de entrevistarse con la Administración norteamericana y con los diplomáticos de Naciones Unidas. Su objetivo era simple: hacerles ver que estaba posicionado del lado occidental en la contienda fría, y que su único pecado frente a Bélgica había sido reclamar los recursos naturales del Congo para los propios congoleños. En ninguna de las dos sedes fue escuchado y pesaron más las voces de los colonialistas belgas que veían a Lumumba como un enemigo de corte radical. Lumumba fue etiquetado como líder pro-soviético y se le cerraron las puertas de cualquier embajada occidental. Debido a esto, Lumumba acudió a la URSS para tratar de salvar a su país. Los dirigentes soviéticos no dudaron en confirmarles su apoyo –el Congo tenía y tiene una posición estratégica muy importante por sus recursos y por sus fronteras. Sin embargo cuando llegó la hora de la verdad los soviéticos se desentendieron de lo que le pudiera pasar tanto al país como al líder congoleño.

Cuando Lumumba regresa de Nueva York, Bélgica termina por perder el control de la situación y deja de ser el referente internacional, la voz autorizada como potencia colonial para definir e interpretar la situación. Será sustituida por EE.UU., quién decide intervenir al estilo de la Guerra Fría y será desde entonces el director de los acontecimientos. Emisarios de la CIA envalentonarán al principal opositor de Lumumba en el gobierno para que decida su arresto, que se transformará en arresto domiciliario ante la presión popular. Más tarde, los mismos norteamericanos sacarán al líder congoleño de su casa con la intención de entregarlo en Katanga a sus enemigos. Sin embargo Patricio Lumumba no terminará de llegar a su destino. Es asesinado por el camino por sus captores dejando tras de sí un legado político de enorme movilización frente a los poderes coloniales y una élite política congoleña descabezada y dividida.

La muerte de Lumumba supuso el fin del buen comienzo que pudo haber tenido el Congo, el inicio de una Guerra Civil tolerada y apoyada por EE.UU. y que dará paso a uno de los más longevos y terribles regímenes que ha poblado África. Pero eso será otra historia.

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