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miércoles, febrero 22, 2012

La ternera que provocará la Tercera Guerra Mundial


Fotografía F.Díaz

La cultura judía es el gran desconocido de las tres religiones surgidas de Oriente Medio. Al menos en mi caso. El hecho de que en nuestro país sea una minoría poco visibilizada, unido a la mediatización del holocausto judío, ha provocado un oscurantismo o reduccionismo hacia los ritos y tradiciones judías. En prensa escrita o televisión solemos visualizar el inicio del Ramadán, de la Semana Santa o de la visita a la Meca. Y sin embargo pocas veces se realizan noticias sobre la llegada del Yom Kippur o el Hanukka.

Este desconocimiento general sobre las tradiciones y creencias judías acaba afectando a nuestra interpretación de la colonización de Palestina por parte de Israel. Igual que sabemos qué tipo de condicionantes religiosos influyen en la política palestina, encabezada por Hamas y su ideología islamista, podríamos considerar a los ultraortodoxos judíos como secuestradores de una parte de la política del Estado de Israel. Y podríamos interpretar este secuestro si socialmente conociéramos un poco mejor las peculiaridades de su tradición y sus creencias. Al no conocerlo podemos caer en el error de interpretar que la política interna de Israel es semejante a la de muchos países europeos y propia de los Estados laicos, donde la influencia de los estamentos religiosos es nula.

Un poco por casualidad y otro poco por voluntad propia, en los últimos meses me he encontrado con novelas que hablan de la tradición judía más ortodoxa. En el libro chiste de Shalom Auslander Lamentaciones de un prepucio están relatadas, por ejemplo, las diferentes bendiciones sobre los alimentos que se han de realizar antes de comer. Éstas siguen un riguroso orden jerárquico establecido una vez que se ha puesto la mesa. También se hace referencia a otros ámbitos de la cultura judía ortodoxa que conforman su cultura política. Y en otra novela, en este caso novela gráfica, se encuentran las diferencias y matices de creencias entre las diferentes sectas del judaísmo ortodoxo –por ejemplo, quiénes esperan la llegada del mesías de forma pasiva, quiénes lo hacen de forma activa o quiénes consideran que Jesucristo era el mesías que estaban esperando. Elementos todos ellos muy significativos de los acontecimientos políticos que sacuden el día a día mediático del conflicto israelo-palestino.

En esta novela gráfica, titulada Crónicas de Jerusalén, Guy Delisle retrata un año de su vida en la ciudad. Un año en el que, curioseando por entre las calles de la ciudad santa, se encuentra con gente muy diversa que le lleva a conocer experiencias muy diferentes. Una de las experiencias que relata es la de la ternera que provocará la Tercera Guerra Mundial.

Jerusalén es el talón de Aquiles de cualquier acuerdo de paz entre palestinos e israelíes. Esta ciudad ha sido conquistada y reconquistada varias veces a lo largo de la historia para las religiones cristiana, judía y musulmana. Es la ciudad triplemente santa, allá donde esas tres religiones sitúan pasajes fundamentales para su creencia y, por tanto, aquella a la que todos quieren controlar. 

Un punto fundamental de disputa entre judíos y musulmanes es la explanada de las mezquitas. En este terreno se considera que se construyó el templo del Rey Salomón. Ese templo fue destruido por Nabuconodosor, pero 70 años después se reconstruye. Los romanos lo vuelven a destruir y siglos después se construye la actual mezquita, que durante un siglo también fue utilizada como iglesia. Está construcción abarca hoy día todas las vistas de Jerusalén. Del último templo sólo queda en pié el denominado muro de las lamentaciones, un muro que en la actualidad está fuertemente vigilado y cuya visita, por cierto, tiene un carácter especial que recomiendo a todo el mundo.

La explanada de las mezquitas está abierta a todos los visitantes durante sólo unas horas al día. El resto del tiempo es de uso exclusivo para la población musulmana. Sin embargo  el Gran Rabinato de de Israel prohibió a todos los judíos visitar la explanada. Y lo hicieron porque consideraron que al visitarla podrían pisar algún resto del Sancta Santórum, o arca de la alianza, que estaba guardada en el primer templo. Pisar el Sancta Santórum se consideraría pisar a dios, lo cual es una ofensa de difícil reparación. Por eso el único judío autorizado a entrar es el Sumo Sacerdote, aunque huelga decir que no todas las poblaciones judías hacen caso de esta prohibición religiosa y se puede observar a judíos en la explanada con relativa facilidad.

Pero la pregunta que le viene a la mente a cualquiera que conozca la capacidad motora del fundamentalismo religioso judío será ¿por qué no entran las fuerzas israelíes y construyen el templo sobre la mezquita que ahora se alza?

La solución también la da Delisle en su novela. La biblia ya anuncia la posibilidad de reconstruir el templo, pero previo paso por un ritual para el que se necesita agua purificada y las cenizas de una novilla roja. Una ternera de color rojo. Y no una ternera de color rojo cualquiera, sino una ternera roja que habrá de ser considerada kosher, o apta para los judíos, lo que en la práctica se traduce en que no deberá tener ningún mechón blanco durante los 3 primeros años de su vida, incluidas las pezuñas. 

Las novillas rojas, al parecer, no abundan -Delisle cuenta 9 desde los tiempos de Abraham. Pero en el siglo de la ingeniería genética, casi todo es posible. Hace unos años, ganaderos estadounidenses consiguieron cruzar varias terneras hasta dar con una completamente roja. Sin embargo a la ternera le salió un mechón blanco antes de cumplir la edad estipulada, con lo que no se consideró una señal. El día que se anuncie la llegada de una ternera roja kosher los ultraortodoxos judíos, como cualquier otro judío, podrán entrar en la explanada y cumplir con su intención de construir su nuevo templo y así esperar la llegada del mesías… justo en el mismo lugar donde ahora se levanta la cúpula de la roca desde donde la religión islámica cree que el profeta se elevó a los cielos.

Que los judíos ultraortodoxos tengan o no tengan capacidad para destruir la mezquita dependerá de muchos factores. Entre ellos el económico. Delisle también cuenta en sus aventuras las relaciones entre los colonos judíos en tierra Palestina y grupos de extrema derecha cristiana norteamericana, quienes creen firmemente que Jesucristo no regresará hasta que todos los judíos del mundo estén en tierra santa. El hipotético apoyo a la construcción del templo por parte de una administración norteamericana que pudiera estar influenciada por los grupos de presión pro-israelí y grupos ultras cristianos no es descabellado. Todos hemos sido testigos del secuestro por fundamentalistas cristianos de la vida política norteamericana durante los ocho años de la Administración Bush. Y actualmente el Partido Republicano está fuertemente atado a las tesis del Tea Party –extrema derecha política y religiosa. El apoyo exterior, según las circunstancias, podría existir.

En cuanto al apoyo interno, los ultraortodoxos son una comunidad con una presencia política propia en el Parlamento que incluso ha llegado a formar coalición de apoyo al Gobierno. Además, en un país con tanta raigambre religiosa las actuaciones de los grupos ultraortodoxos son condenadas públicamente y aprobadas en lo privado. Responden o coinciden con objetivos políticos de grupos laicos del Estado. 

La provocación, que evidentemente significaría la destrucción de la cúpula de la roca, tercer lugar sagrado del islam, rompería definitivamente el statu quo de la región. Con un Líbano eternamente inestable, los aprendizajes revolucionarios de las sociedades árabes tras las revueltas de 2011 o un Irán cada día más fuerte militarmente, el conflicto militar a gran escala estaría servido. Sin olvidar los rumores de ataque israelí a Irán para la primavera de este año.

Está claro que este texto es un ejercicio de política ficción, en tanto en cuanto no podemos prever qué pasará el día que nazca la ternera roja. Ni si quiera se podría llamar un análisis en prospectiva, pues los escenarios variarán de década en década hasta que nazca el ternero. Sin embargo existe un poso de posibilidad real en todos estos hechos que añade dramatismo a la situación política internacional. El que una posible contienda militar futura, que podría llevar el epíteto de mundial por cuantos países se vieran arrastrados a participar en ella, casi con garantía de empleo de armas nucleares, se desencadenara por un hecho tan nimio y ridículo como el azar biológico que supone el nacimiento de una ternera roja no deja de ser un indicador alarmante de cómo la religión domina gran parte de las relaciones internacionales. Dominio que parece evidente incluso aunque no se comparta la idea de Huntington sobre un enfrentamiento entre bloques civilizatorios-religiosos. 

Lo religioso actúa así como ideológico, llevando al ámbito de la política a tomar decisiones donde los intereses de las partes no son comparables ni reconciliables. Constituyendo la práctica de la política como un campo de batalla en donde sólo uno de los dos bandos puede permanecer sobre el otro y ninguna negociación es posible. Dios no se lo permite.

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