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Foto de Ragnar1984 |
Taylor, además, será seguramente
encarcelado en Reino Unido, mientras que otros condenados por el mismo Tribunal
cumplen sus condenas en territorio africano. Chema Caballero insinúa en su
excelente artículo que este trato de favor es el pago por los servicios
prestados para la diplomacia occidental.
La condena de Taylor es una buena
noticia porque con ella se da un mensaje claro a todos los criminales de guerra
pasados, presentes y futuros: tus crímenes tendrán consecuencia… si pierdes la
guerra.
El modelo hegemónico de
construcción de paz en el sur viene siempre acompañado de dos herramientas
fatales para el restablecimiento de la justicia y la compensación a las
víctimas. Se trata de las mesas abiertas de negociación y de la reinserción
gratuita de los combatientes.
Por mesas abiertas de negociación
nos referimos al principio de intervención occidental en los países del sur que
pretende sentarse a negociar con criminales sin tener en cuenta esa condición.
Habitualmente las negociaciones ofrecen una ventana de legitimidad a criminales
que sólo descansan su poder en la violencia ejercida contra las personas. Esta
legitimidad de interlocución se transforma en legitimidad política cuando las
mesas de negociación terminan por repartir ministerios en supuestos gobiernos
de concentración nacional que más tarde se encargarán de realizar las primeras
elecciones constituyentes y los primeros textos fundacionales del nuevo país
postconflicto.
A las mesas no se accede por
prestigio personal, sino por cantidad de violencia ejercida. Esto provoca que
pequeños líderes/criminales se dispongan a aumentar su nivel de violencia en
los albores de un proceso de paz liderado por organismos internacionales. Es
decir, se contribuye al ejercicio de la violencia, a su aumento, y se le
propone un pacto de legitimidad que incluye la ecuación “cese de la violencia =
recompensa política”. Son los réditos por la paz que obtienen los grandes jefes
de la violencia.
La otra herramienta que se
utiliza, la reinserción de los continentes, aunque en esencia es positiva, su
habitual mala utilización provoca la continuidad del conflicto. Se trata de
desmovilizar a las tropas o a los ejecutores de la violencia, hasta ahí bien.
Habitualmente su desmovilización –su entrega de las armas- viene recompensada
con un escaso importe en metálico y un breve cursillo de reinserción en la
sociedad. El ex-combatiente, frecuentemente joven que lleva mucho tiempo de su
vida involucrado en el conflicto y por tanto carece de formación profesional e
incluso de hábitos sociales al uso, termina por quedarse indefenso entre la
sociedad y con el recurso fácil al delito debido a que su único conocimiento es
el de las armas.
En ocasiones se promueve la
creación de tribunales tradicionales de compensación y de reparación. Como las
Gacacas (pronunciado “Gachacha”) de Ruanda. Pero en muchos otros casos, y
como tan bien apunta Chema Izquierdo en su blog, los criminales conviven con
las víctimas en un acuerdo tácito de paz.
Estos tres elementos –el juicio
contra Charles Taylor, las mesas abiertas y las reinserciones tan mal hechas-
son claras pistas del sistema político internacional que tenemos hoy día.
Mientras a los criminales de guerra vencidos de países del sur podemos
encausarlos y condenarlos, a los criminales de guerra vencidos de países del
norte los colocamos en consejos de administración o como enviados especiales
para Oriente Próximo. Por supuesto, si eres un criminal de guerra vencedor los
tribunales los verás desde lejos, por televisión, y sólo recibirás apoyos
políticos –Kabila lo sabe muy bien. Y si eres un criminal de guerra vencedor
del norte, siempre podrás presentarte a la relección.
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