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lunes, marzo 26, 2012

Malas noticias de África, de Antoni Castel



La prensa. La maldita prensa. Todo el mundo tiene una prensa de referencia, sobre la cual es complicado poder ejercer la crítica. Es la nuestra, la de ningún otro. Son las prensas de los demás las que mienten. Las fuentes de información propias, aquellas en las que se basan nuestros argumentos, no son cuestionables. No se nos vaya a derrumbar el castillo de naipes.

Pero la prensa no está alejada del contexto. De hecho, por definición de la profesión, la prensa es el contexto. Contribuye a dar forma de la realidad y nos permite dirigir nuestra atención hacia una realidad u otra.

Y el periodista. El periodista es ese profesional que continuamente está salvando la democracia a favor del grupo empresarial para el que trabaja. Jamás se encontrará a un periodista que no se diga a sí mismo neutral, objetivo, imparcial. Todos, paradójica y casualmente, admiran a Kapuscinski y sus reportajes comprometidos. Todos se llenan la boca citando artículos de Vázquez Montalbán. Todos, casualmente, buscan sus referentes en compañeros de profesión que eligieron un bando, que fueron subjetivos y completamente parciales, pero ellos piensan su trabajo como agentes asépticos que cuentan genuinamente la verdad. 

Las palabras moldean nuestra realidad y terminan por establecer fronteras entre nosotros mismos. El libro de Antoni Castel Malas noticias de África lo demuestra bien claro. El cuerpo central de esta obra versa sobre un estudio, mediante la técnica del Análisis Crítico del Discurso, de los principales diarios españoles –El País, El Mundo, ABC y La Vanguardia- durante la década de los 90. El foco de atención lo dirige hacia las noticias de estos diarios sobre tres conflictos que tuvieron una fuerte repercusión mediática: Somalia, Ruanda y República Democrática del Congo.

El periodo estudiado de Somalia son aquellos días tras la caída de Barre que produjeron la intervención liderada por Bush padre y retirada por Bill Clinton tras el suceso del derribo del helicóptero estadounidense. El estudio de Castel se centra, al respecto de Ruanda, en los días de la ejecución del genocidio y los tempo posteriores. Por último, en lo que hace referencia a República Democrática del Congo, Castel se centra en la caída de Mobutu, la desaparición de Zaire y el surgimiento de una siguiente guerra contra su sustituto, Kabila padre.

Todos estos momentos periodísticos e históricos tienen en común el haber causado profundas crisis internacionales. La implicación de agentes del exterior, en forma de misión militar de Naciones Unidas o intervención directa de países ex – metrópolis, hizo que la agenda mediática internacional se girara hacia dichos conflictos, omitiendo otros que, como Sudán o Angola, también tendrían que haber compartido protagonismo.

En todos esos conflictos la posición de la prensa española contribuyó, según el estudio de Castel, a la corriente de pensamiento único respecto a África y respecto a los procesos de reconstrucción posbélica. El análisis de Castel nos muestra cómo la prensa, muchas veces por error o incapacidad, pero otras deliberadamente, asimila los lugares comunes llenos de prejuicios contra África y los africanos y africanas y aniquila cualquier atisbo de solidaridad entre sociedades. Ninguno de los diarios de esta época estudiados por Castel otorga voz a las sociedades civiles africanas. Al contrario, su foco central de atención consiste en aquellos mensajes oficiales o extraoficiales que las partes del conflicto –las locales o las internacionales- difunden. Su incapacidad crítica frente a lo que están viendo, así como su incapacidad para la autocrítica, les anima a exaltar las contadas muertes o angustias de blancos, identificándoles con nombre, apellidos e historia vital, y a minimizar, como algo inevitable, los asesinatos masivos de africanos y africanas. Una frase, la cual se atribuye a Stalin, dice que una muerte es una tragedia, pero que un millón de muertes no es más que una estadística. El estudio de Castel demuestra cómo la prensa española de la época toma al pie de la letra esta consigna. Y cualquier persona que sigua la actualidad informativa podrá ver que aún continúa siendo así.

Observar cómo en el mundo de la información actual, cuando los periodistas tienen tantos recursos a su alcance para formarse y tener capacidad crítica ante los hechos que están narrando, aún predominan las noticias y los artículos que muy bien se hubieran podido firmar a finales del XIX indica hasta qué punto ha crecido nuestro conocimiento, como sociedad, de África Subsahariana. Libros o estudios como el de Castel hacen aún más necesarios cursos y guías de formación para corresponsales en el extranjero y enviados especiales. Hacen aún más necesario que los periodistas enviados a conflictos lleven bajo un brazo una bibliografía básica que les permita entender qué está sucediendo allá a donde van, y bajo el otro, un sentido crítico para consigo y con su profesión para el cual no existe ninguna titulación académica oficial, tan sólo la voluntad de sentirse comprometido y la voluntad de transformar la sociedad a través del ejercicio de su profesión. Algo común a todos los puestos de trabajo.

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