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Pasó
Bush Jr. y llegó el ciclón Obama. Nadie apostaba por una victoria
de un negro –allí les gusta decir no-blanco para referirse a
Obama- en las primarias, mucho menos en las presidenciales. Pero ganó
contagiando a su campaña un aire de refundación de los Estados
Unidos de América, el paso del país al siglo XXI tras los 8 años
de estercolero religioso, conservador y corporativo en que se habían
convertido las presidencias de Bush Jr.
Que un
negro ganara la presidencia y que además propusiera el cambio del
país hacia una línea más liberal hizo reactivarse a las bases más
conservadoras norteamericanas, quienes a su vez terminaron por dar
más luz a aquellos grupos extremistas que cuando salen en un vídeo
de YouTube pueden parecer graciosos, pero que en realidad son lo más
cercano al terrorismo interno que tiene Estados Unidos.
Es ese
un país donde la vinculación de los ciudadanos con el Estado es muy
frágil, a diferencia de Europa. La desobediencia civil es un
concepto extendido desde hace siglos y una herramienta que utilizan
una enorme multitud de grupos políticos muy heterogéneos. Esto
puede favorecer la aparición de terroristas individuales o de grupos
perfectamente legitimados por gran parte de la sociedad para hacer la
guerra al Estado.
Estos
grupos se entroncan con el ideario que salió a la luz el año pasado
tras la masacre de Noruega perpetrada por Breivik, y su mediatización
ha permitido popularizar el acrónimo RaHoWa para señalar su lucha:
Racial Holy War.
Esta nueva guerra por la supremacía blanca se basa en la
organización desestructurada ya probada con éxito por Al-Qaeda la
década pasada. Se trata de terroristas individuales que, en un país
donde te regalan un arma al abrir una cuenta bancaria, sólo tienen
que pensar el cuándo porque el cómo les resulta evidente. En esta
línea se inserta la masacre en un templo sikh el Agosto pasado.
Tener capacidad organizativa para perpetrar atentados de gran
envergadura, como el de Oklahoma en 1995, sólo es cuestión de
motivación y un poco de suerte en la organización.
Y es
en el ámbito de la motivación donde el inicio oficial de la campaña
electoral por la presidencia está contribuyendo. El Partido
Republicano lanzó su convención con el sencillo eslogan “We
built it” en referencia a que fueron
ellos –el hombre blanco de América- quienes construyeron el sueño
americano y fundaron los Estados Unidos de América. En esta misma
convención, que proclamó a Mitt Rommey como candidato republicano a
la presidencia, los asistentes abuchearon a la representante
republicana de Puerto Rico cuando ésta subía al estrado para apoyar
al candidato. Y lo hicieron con el determinante grito de “USA,
USA, USA”. No se trata de ideas ni de
partido, se trata de la raza.
Pero
si el eslogan oficial de la convención ya decía mucho de la barrera
que los Republicanos están montando en torno a la figura del hombre
blanco americano, no se queda a la zaga el eslogan extraoficial
“Defiende América. Derrota Obama” que estos días circula por
los círculos republicanos. Alrededor de Obama ha crecido la teoría
conspirativa de que en realidad es –agárrense- un musulmán
socialista que desea acabar con los Estados Unidos de América. Es la
entrega del país por parte de un infiltrado del que se cuestiona
incluso su nacionalidad –más de la mitad de los votantes
republicanos piensan
que Obama no nació en Estados Unidos, y cerca de un
34% cree que es musulmán.
De
manera que este es el camino que el Partido Republicano está
cogiendo. “Take America Back”,
borrar todo lo que ha hecho Obama durante estos últimos cuatro años
–que tampoco ha sido tanto como parecía en un inicio- y prometer un nuevo milenarismo basado
en la idealización de un pasado no muy lejano donde la crisis económica era sólo
patrimonio de las clases bajas y no de los biempensantes republicanos
(“Los hombres de bien”
a los que por aquí también aluden Rajoy o Artur Mas).
La
idea del posible atentado contra Barack Obama parece desaparecer del
imaginario mediático, pero la guerra parece que no está acabada.
En los
análisis sobre la Convención Demócrata de estos días se habla
también de los posibles sustitutos de Obama de aquí a cuatro años.
Hay dos que suenan con fuerza, pero cuyos momentos políticos son
diferentes. Se trata de Hillary Clinton, la mujer del expresidente
Bill, exsenadora del Estado de Nueva York y actual Secretaria de
Estado. Ya luchó contra Obama en unas primarias extremadamente
disputadas, aunque en contra tendrá la edad: 69 años en 2016. El otro nombre que suena
con fuerza se trata de Julián Castro, alcalde de San Antonio con sólo 38
años de edad. Castro puede esperar a una batalla que pueda
ganar, además de que aún necesita experiencia de gestión más
contrastada, ya sea en la gobernación del Estado o como
representante en el Congreso o en el Senado.
Si Ud.
es capaz de imaginarse una presidencia norteamericana liderada por
una mujer, puede que no recuerde que existe una frase en la política
norteamericana que se dice de cualquier personaje político al que se
quiera defenestrar “… es más liberal que Hillary Clinton”.
Entendiendo el término “liberal” como aquí en España la
derecha utiliza el término “comunista” o “socialista”. Una
Presidenta de los Estados Unidos sería tolerable por la extrema
derecha conservadora norteamericana. Pero una Presidenta Hillary
Clinton haría que el Tea Party fuera encargando más cañones para
su lucha mediática y política, secuestrando aún más al sector
moderado del Partido Republicano.
En el
mejor de los escenarios para los demócratas, Clinton podría ganar
para 2016 y dar paso en 2020 a la oportunidad de
Julián Castro. Un Presidente de los Estados Unidos apellidado
Castro, latino educado en Harvard, que casi no habla castellano. Y un
Partido Republicano más a la derecha que nunca en su historia, capaz
de provocar la ruptura del gigante norteamericano y llevando la
actual fractura mediática al ámbito social y político.
Con
todo, los peligros futuros son los menos preocupantes que los de hoy.
Vivimos en un mundo donde aquello que pasa en Estados Unidos marca de
manera definitiva el devenir del resto del sistema político mundial.
Las alas norteamericanas de la RaHoWa, junto con el caldo de cultivo
de la crisis
estafa económica actual, que provoca el aumento del racismo y la creación
de la figura del furioso hombre blanco americano no son un fenómeno
exclusivo de los Estados Unidos. Breivik en Noruega, Aurora Dorada en
Grecia, Merah en Francia. Son muchos las señales que nos indican que estamos
inmersos en otro reto global, menos espectacular que el mediático
11S, pero de similares dificultades y retos. Y no lo estamos
entendiendo.
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