Foto de G. Willians |
Probablemente
a estas alturas ya sepas que ha habido un tifón que a su paso por Filipinas se
ha llevado por delante diversas ciudades, incluida Tacloban, de 400.000
habitantes. Hoy la tragedia aún aguanta en los lugares privilegiados de las cabeceras
periodísticas de Occidente. Todos los mecanismos de emergencia se han activado
en aquel país, y la ayuda internacional ya ha comenzado a llegar. Tanto de
otros Estados como de ONGD especializadas en la gestión de desastres. En un
acontecimiento como éste las primeras horas son fundamentales. Son, también,
las únicas horas en las que escucharás hablar de lo que está pasando. El lunes
que viene, si los jefes de redacción no tienen alguna foto impactante o una
historia humana que contar, dejaran
de hacerle caso. Ser pobre y (sobre)vivir míseramente tras haber desaparecido
tu ciudad no tiene valor periodístico si no viene acompañado de una historia humana diferente de la que tenga el
diario de la competencia.
Es
ahora cuando echarás en falta a las ONGD de tu ciudad. Quizás te preguntabas
para qué servían en un sistema como el nuestro, donde la pobreza interna nos
come por los tobillos. Pues servían, entre otras muchas cosas, para decirnos
que no estamos solos. Que además de este marco estatal, pequeño o grande, que
nos ha venido dado, también hay más gente como nosotros por ahí. Padres y madres
preocupados por sus hijos e hijas. Adolescentes pendientes del móvil, o de lo
guapos que están delante de la persona que les gusta. Ancianos y ancianas que
llevan los problemas de la vejez como pueden. O gente en el paro, de 30, 40 y
50 años, preocupada por cómo irá el literal día de mañana. Las ONGD eran el
punto de conexión entre nuestro ombligo y la lucha global contra la pobreza. Quienes
mantenían firmes a nuestro Gobierno, estatal, autonómico y municipal, en el
compromiso de mejorar la vida de los 7.000 millones de personas que somos ya. Eran
como aquel Pero no te olvides de Haití
de Forges, pero mucho más fuertes.
Y con
los recortes todo esto saltó por los aires. No sólo fue culpa de sus gerentes,
no te engañes. La Generalitat, por ejemplo, debía en 2012 15 millones de eurosa las ONGD catalanas, condenando a la muerte al sector. Desde la llegada al
gobierno del equipo de Artur Mas la cooperación ha sido el área en el que proporcionalmente
más se ha recortado, pasando de 42 millones en 2010 –último presupuesto del
Tripartit- a sólo 7 millones en 2013 –el primer presupuesto de CiU y ERC. La
nueva Agencia Catalana de Cooperación al Desarrollo (ACCD) de CiU ha
desarrollado una estrategia que consiste en apoyar descaradamente a las
empresas catalanas en el exterior a través de su presupuesto y su presencia
institucional, convirtiéndolas en los actores privilegiados de la cooperación
catalana.
Por
eso, cuando llega la emergencia y la hora de ayudar, resulta que no tienes ni
la capacidad ni la voluntad de reaccionar rápidamente. A día de hoy la ACCD noha enviado ni comprometido ningún tipo de ayuda a las labores de emergencia enFilipinas. Ni si quiera ha convocado al órgano que tiene que tomar esas
decisiones. Entiendo que deben pensar: bastante
tenemos aquí, como para irnos a la otra punta del mundo a ayudar. Este
mantra demagógico que nos han repetido hasta la saciedad se desinfla cuando
observamos que hay, al menos, 10.500 filipinos y filipinas viviendo en Catalunya.
Tantos como toda la población de Ripoll. Y si bien los ripollenses de nacimiento
que ahora viven en Barcelona, L’Hospitalet o Tarragona seguramente consideran que,
en caso de grave emergencia en Ripoll, la Generalitat debería hacerse presente -que para eso pagan impuestos-, los filipinos y filipinas que tantas horas
trabajan en Catalunya, que tantos impuestos pagan, que residen con nosotros, no
tienen esta misma respuesta de su Govern.
Fuera
de Catalunya, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el
Desarrollo (AECID) ya ha anunciado que aportará un millón de euros. Cantidad
que tampoco es nada si nos fijamos en el volumen total de filipinos y filipinas
que viven con nosotros: 35.500. En resumen, el Estado enviará a Filipinas 28€
por residente filipino en España. Gran dispendio.
Lo que
está sucediendo hoy día en Filipinas es una verdadera tragedia, de cuyos
orígenes y sus consecuencias podríamos hablar mucho tiempo, pero aquí, en
España y Catalunya, estamos viviendo también otra tragedia: la del fin de la
sociedad solidaria. La del desmantelamiento de la cooperación y la ayuda
internacional, devastada por los tsunamis presupuestarios de la derecha
española y catalana (ayudada por ERC). Puede que Catalunya vaya a enviar algo
de ayuda en los próximos días. Puede que no. Pero lo que Carles Llorens,
director de la ACCD, no debería olvidar es que todas esas empresas a las que
ahora su agencia cobija bajo el ala no rescatarán nunca ni una sola persona, ni
en Filipinas ni en ningún otro lugar donde haya una emergencia. Y que tampoco
nos ayudaran, como venían haciendo las ONGD, a comprender que no somos los
únicos que estamos aquí, los únicos que sufrimos y luchamos. A saber que no
estamos solos, porque somos el 99%.
Puedes realizar tu contribución a Médicos Sin Fronteras en su lucha por salvar vidas en Filipinas siguiendo este enlace.
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